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Desde los seis años, Susana Alexander ha estado arriba de un escenario. Así que hoy, que tiene 80, ha optado por disfrutar de la paz y la soledad de su casa, con proyectos íntimos a la carta.
“Vivo con mis perros; ellos son mis grandes compañeros. Me gusta mucho estar sola. Me la paso muy bien. Soy una mujer tan feliz en los lugares que tengo —un departamento en la ciudad y una casa rumbo a Oaxtepec—; para mí esto es lo más cercano al paraíso”, dice la actriz.
La vejez es algo de lo que no tiene miedo a hablar. Más que un tema tabú, considera que debería normalizarse, en especial las necesidades de los adultos mayores, que muchas veces no son respetadas por los hijos, algo que le atrajo de su nueva puesta en escena, "La velocidad del otoño".
Interpreta a Alejandra, una mujer que debe encarar a sus hijos, quienes han decidido llevarla a una casa de descanso, a excepción del más grande, Carlos (interpretado por Fernando Canek), con quien tiene un diálogo amoroso en donde los recuerdos se entrelazan con las necesidades de esta mujer mayor.
“Es como si fuera yo la que está hablando; parece que la escribí yo”, considera la actriz respecto al personaje que interpreta, escrito por Eric Coble.
“Así sea de buena voluntad, muchos hijos les dicen a sus padres: ‘estarías mejor en una casa de descanso’, pero mientras pueda uno moverse y esté sana, no quiere irse a ninguna otra parte así los hijos piensen que es por su bien, eso debe importarnos”.
Susana considera que esta obra es ideal para que los hijos de distintas edades entiendan que los padres deben ser escuchados, respetando la vida que ellos desean, siempre y cuando sus decisiones no los pongan en riesgo.
Cobijada por sus hijos
Si bien es muy parecida a Alejandra, su personaje —incluso ambas tienen un árbol afuera de su ventana que disfrutan contemplar—, asegura que la posibilidad de irse a una casa de retiro nunca ha sido tema de discusión con sus hijos, Julián y Tatiana.
“¡Jamás! Ni se les ocurriría, a menos que me vean demente y absolutamente pendeja, entonces ahora sí”, bromea la actriz, algo que secunda su hijo, que acudió de Estados Unidos, en donde radica, para ver a su madre en los ensayos: “No está en el contrato”, responde Julián.
Pese al cariño de sus hijos, reconoce que es precavida con este tema, porque no sabe qué vueltas pueda dar la vida y si llegara ese momento, ya tiene un plan: “Tatiana tiene en su casa de Mérida un espacio que su marido mandó hacer para las abuelas, está en el mismo predio pero separado; y como nunca hay que decir, ‘de esta agua no he de beber’, a lo mejor podría acabar en esa casita tranquilamente leyendo”, cuenta.
Un mensaje del corazón
La obra, que estrena hoy en el Teatro Rafael Solana, cuenta con sólo dos actores en escena, Alexander y Fernando Canek, quien la recomienda en especial para personas que tengan conflictos con sus madres.
“Les ayudaría a depurar y conciliar, como si fuera terapia, porque con el tiempo se quedan las piedritas en el zapato y luego se convierten en arrepentimientos. Y eso es bueno porque si el teatro no confronta, no conmueve, entonces no funciona. Y justo en esta obra es aleccionadora, porque son etapas que van a llegar”, comenta Canek.
El actor se ve muy reflejado en su personaje de Carlos porque le tocó ser el cuidador primario de su mamá, a quien siempre respeta en sus decisiones.
“Hay quien dice: ‘lo meto en una casa de retiro y me quito problemas’, pero eso es un malagradecimiento terrible para quien nos dio la vida y nos crió. Esta obra busca evitarles una culpa por tomar malas decisiones pero de manera lúdica y jocosa”.
Alexander subraya que el tiempo ha sido el motivador para terminar su recorrido teatral con esta puesta, aunque continuará con espectáculos unipersonales, algo que apoya su hijo. “Siempre estoy chipil con él (su hijo), porque yo aprendí a ser mamá con él”, enfatiza conmovida.