Había caras largas: el artista hijo del Mediterráneo, el antifascista, el amoroso y pasional decía adiós. El que recita por igual a la mujer que siempre esperó, que aquel que se hizo camino al andar.
Y ese camino, que en su caso inició hace cinco décadas, llegaba a su epílogo musical en México. La despedida de los escenarios del catalán llevó a una noche icónica en el Zócalo capitalino, en la que la nostalgia se transformó en una fiesta.
“Buenas noches, esto no es un concierto de despedida esto es una fiesta, así que alejen todo atisbo de nostalgia, a partir de ahora todo es futuro”, saludó Serrat a su gente, que le vitoreó.
El frío y la lluvia jugó con las emociones de quienes, sin importar la edad, aunque en su mayoría eran mayores, gritaron y aplaudieron en júbilo en cada tema y pausa del cantautor.
De inicio, la mayoría cantaba silenciosamente, un poco por la lluvia y el frío, otro poco porque esa misma lluvia se sentía como un presagio de que esto era, en efecto, una despedida.
Entonces, el músico tomó su guitarra para recordar al poeta Miguel Hernández entre una voz entrecortada con “Las nanas de la cebolla” que el público, expectante, respetó sin cantar, acompañando desde la mirada y el silencio en este su último concierto: “Un hombre comprometido con su gente, sensible, que amaba la libertad y la vida, ambas se las arrebataron”, expresó Serrat.
El amor de sus seguidores se expresó en un aplauso para continuar celebrando con “Para la libertad”, en la que se proyectaron fotos de obras del artista inglés Banksy.
La alegría se coló con “Tu nombre me sabe a hierba”; luego, la reflexión con “Pare” (Padre): “Les quiero contar que, cuando escribí la siguiente canción, en los 70, recién empezábamos a sufrir con espanto la sensación de que entre todos estábamos cargándonos al planeta”.
“Siempre creí que el ser humano tenía capacidad de reacción, opinión optimista de la raza humana; hoy hay que tomar decisiones reales al respecto, severas. Los que tienen posibilidad de hacer estas cosas no tienen mucha prisa en ello”, lamentó.
En ese mar que conecta a África con Europa hasta el estrecho de Gibraltar, es donde todo comenzó para Serrat, y esas aguas fueron también, en una evocación, el principio del final, cuando interpretó su emblemático tema “Mediterráneo”.
Después, inmortalizó en lágrimas de algunos asistentes “Aquellas pequeñas cosas”, seguida de “Cantares”, que le brindó a Serrat un aplauso que duró poco más de un minuto. Así, junto a sus músicos se reunió en el escenario y agradeció a su gente que no paraba de aplaudir. Y sí, llegó el Simipeluche al escenario, que Serrat sólo levantó y dejó encima del piano para interpretar sus últimos dos temas.
“Magníficos, entrañables, un honor, pero como todo en la vida todo lo que inicia tiene un final, si por mí fuera, cantaría hasta la madrugada, ni sé en qué condiciones, pero quiero también agradecer a Tláloc que ha sido bueno, no hay que meterse con él porque tiene muy mal genio”, expresó para despedirse, finalmente.
“También quiero dar las gracias a toda la gente que me enseñó a conocer y querer a este país y me permitió caminar con ellos tantos años, mi gratitud con quién todavía puedo echarme algún alipús, y también agradecer a los que se fueron antes, espero también que mi agradecimiento quede grabado musicalmente”.
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