“¡Rosalía, hermana, ya eres mexicana!”, gritaron miles de voces en el lugar más emblemático del país, el Zócalo.
La artista catalana acababa de responder al cariño de sus fans con un fragmento del tema “La Llorona”, aquel que la costarricense Chavela Vargas elevó junto a la frase: “Los mexicanos nacemos donde nos da la chingada gana”.
Y así parecía, Rosalía ofreció un concierto redondo anoche en el mismísimo corazón de México, donde hubo baile y canto, aunque faltó el romance, ya que su pareja, el reggaetonero Rauw Alejandro, no salió, como lo hizo hace unos días en Coachella.
“Muchas gracias, México, mira que esta plaza ya era bonita, pero con todos ustedes aquí me he terminado de enamorar. Esta ciudad es hermosa, muchas gracias de corazón, encantada de estar aquí. Esta noche es para festejar, así que ¡dale!”, dijo casi al inicio de su show, que comenzó en torno a las 20:30 horas.
Voces en japonés y guitarras eléctricas acompañaron la llegada de la cantante, quien inició su repertorio intensamente, quitándose el casco característico de “Motomami” para interpretar “Saoko”, seguida de “Bizcochito” y “La fama”.
Rosalía decidió presumir su mezcla de movimientos sensuales y voz educada, para luego colocarse unos lentes oscuros que no permitían ver sus expresiones interpretando “El mal querer”.
El simipeluche llegó rápidamente, y Rosalía no dudó en tomarlo y abrazarlo mientras miraba sorprendida a todo el público en la plancha del Zócalo. “Este me lo llevo pa’ la colección”, dijo con su juguete.
Con “Bulerías”, comenzó a dar cuenta de sus profundas influencias flamencas, explotando todos sus recursos vocales, colocando su voz ronca, aguda, y arpegiando con la garganta, mientras alrededor de ella, hombres bailaban como si se tratara de un ritual.
En cada canción que interpretó, parecía que se reforzaba aún más el vínculo con México. Para el tema “La noche de anoche” sacó una cámara y comenzó a grabarse a sí misma, un gesto que alegró a todos.
Desplegando sus habilidades para el baile, Rosalía comenzó a ocupar todo el escenario, sin olvidar enviar miradas a su público en cada oportunidad, mientras interpretaba uno de sus éxitos más recientes, “Despechá”.
Sujetando firmemente el micrófono, Rosalía se plantó en medio del escenario y, cerrando los ojos, continuó cantando con indiferencia mientras la cámara la filmaba de cerca durante todo el concierto, para que en las pantallas todos pudieran apreciar su actitud, la cual se ha viralizado, incluso entre los que se encontraban más lejos.
Así, empoderada y altanera, con esa mirada que todos reconocen en las redes sociales, conectó inmediatamente con sus seguidores, algunos de los cuales habían acampado una noche antes para verla.
“México, quiero que sepas que estoy muy agradecida por el cariño que me has dado desde el inicio de mi carrera y que sepas que hay mucha inspiración en tus canciones”, dijo.
Allí no terminó de reforzarse el vínculo entre el público y la artista, pues dejó por un momento su papel de mujer dura para sonreír y agradecer entre carcajadas a los asistentes.
“¡Guau!, cuánta energía, México. Con razón me encanta venir aquí”, dijo.
Luego se sentó al piano para interpretar “Hentai”, junto al coro de la gente que acompañó en armonía cada nota de la artista, y al final de la canción, Rosalía, encima de su piano de cola, continuó bailando con pasos sensuales “Candy”.
Después de interpretar “Motomami”, montando encima de sus bailarines, Rosalía provocó a sus fans: “¿Dónde están todas mis “motomamis”? ¿Dónde que se sientan? Bueno, pues para todas ellas esta canción”, dijo para interpretar “La combi Versace”, seguida de “Con altura” y “Besos mojados”.
“Gracias por acampar, a los que están en las pantallas de estas calles. No os veo, pero siento que estoy con vosotros”.
Hubo tiempo para bromas, como su gusto por el aguachile. Entre desmayos, Rosalía siguió con “Chicken teriyaki” y “Cuuuuute”, antes de despedirse: “México, mil gracias”, finalizó entre aplausos, tras poco más de una hora y 10 minutos de concierto.