El padre José de Jesús Aguilar se describió como un niño que vivía en aislamiento, pues por el déficit de atención, le costaba mucho poner atención en la escuela y, en cambio, era muy bueno para echar a volar su imaginación. Del mismo modo, no negó que en su juventud no estuvo cerca de la religión, pues no fue sino hasta que los amantes de lo ajeno y las trabajadoras sexuales que trataba de convencer de "irse por el buen camino" lo invitaron a visitar una iglesia; momento que marcó su destino para siempre.
Aguilar fue cinco de ocho hermanos que nació en la Ciudad de México, pues sus tres hermanos mayores nacieron en Coahuila, de donde son originarios su mamá y su papá. Fue así que el creció en una niñez llena de imaginación, ya que aunque le constaba mucho concentrarse en las lecciones que sus profesores le daban, tenía una gran capacidad de imaginarse historias, virtud que desarrollaría con los años pues, en la actualidad, ha publicado cuatro libros de cuentos.
Otra de sus grandes habilidades fue la lectura, pues en entrevista con Matilde Obregón recordó que, en segundo de primaria, ganó un concurso por la velocidad con la que leía.
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Así, el niño José de Jesús se convirtió en todo un joven que acudía a sus clases en la vocacional donde estudiaba administración de empresas, donde tuvo a su primera novia formal, pues en esa época ni siquiera se imaginaba que un día dedicaría su vida a la fe.
"Mis padres eran católicos pero si yo les preguntaba: ´-¿Por qué nos ponemos ceniza?´, me respondían: ´-Tú póntela´, y cuando no recibes respuestas a tus preguntas, dices no me gusta, no quieres ser parte de algo que no entiendes", explicó.
Y si bien, destacó que nunca fue muy apegado al catolicismo, debido a que su madre y padre nunca le dieron respuestas con respecto a sus dudas sobre la religión, creció en el auge del movimiento hippie, motivo por el que, además de usar el cabello largo, dejarse la barba y usar pantalones acampanados, tenía la firme convicción de que el mundo podía cambiar.
Fue así que emprendió visitas a la Merced para persuadir a ladrones y trabajadores sexuales de dejar las prácticas a las que se dedicaban y buscar otros caminos, pues de joven creía que llevaban a cabo estas practicas por convicción.
"En la mañana a la escuela vocacional, en la tarde noche un rato con la novia y, ya más noche, a la Merced a buscar a quiénes convencía; yo pensaba ´si hay gente ratera y prostituta es porque lo quieren, inocentemente no conocía que mucha gente roba por su educación o porque tienen mucha necesidad, y muchas mujeres que se dedican a la prostitución no es porque les guste el sexo", destacó.
De ese modo, Aguilar se hizo de muchos conocidos que, luego de un tiempo, lo buscaron para que los acompañase a la iglesia, donde integrarían un coro, por lo que le solicitaron que se convirtiera su músico, pues él sabía tocar la guitarra.
"Me dijeron: ´-Oye, queremos hacer un grupo de canto en la iglesia, enséñanos a tocar, entonces les empecé a enseñar cantos religiosos sin estar yo dentro de la iglesia", contó.
En esa iglesia, la parroquia de San Pablo, ubicada en las inmediaciones de la Merced, había dos sacerdotes; uno joven y uno mayor. La primera vez que se presento a tocar con el coro, ofició la misa el padre más joven y no hubo problema, pero cuando el padre de mayor edad lo vio con el cabello largo, le pidió que se recitara del recinto religioso.
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Al unirse a este grupo, el padre José de Jesús conoció a una joven que le parecía muy atractiva, en la que no quería poner sus ojos, debido a que tenía novia y no la quería irrespetar, sin embargo, no tenía la fuerza de carácter suficiente para no fijarse en ella, por lo que aseguró que fue una señal lo que lo alejó de la joven.
Esto tuvo lugar en una reunión en la que bailaron juntos una canción que ameritaba acercarse, pues cuando la joven estaba a punto de besarlo un vaso se rompió frente a los dos y no concretaron el beso.
Pero no fue hasta que un día que acompañó a su novia a una misa, que cayó en la cuenta que el sacerdocio era su vocación, cuando se quedó admirado por la forma en que el padre oficiaba la misa, haciendo una relación de Dios con el arte, lo que lo maravilló.
"Un sacerdote era filosofo, era psicólogo, músico, entonces cuando escuchas a un sacerdote que te habla de Dios, desde el punto de vista del arte, dices:´-Ah, caray, ese es un Dios verdadero´", destacó.
Así, Aguilar habló con su novia y le confió cuál era su deseo, por lo que acabó su relación y se acercó al sacerdote para preguntarle si podía unirse al seminario que, aunque en esos momentos aún les permitían a los seminaristas tener novia, él decidió comprometerse de lleno.
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"Yo dije no, no quería tener ningún compromiso que me jalara, a veces los sentimientos pueden ser grandes enemigos, cuando te dejas llevar por ellos y te nublan la razón, tomas malas decisiones; dije: ´-No es posible que me deje llevar por un enamoramiento o por una pasión, y dejar lo más importante que es una vocación; ´-¿A qué estoy llamado?, ¿dónde esta mi felicidad?, ¿dónde puedo servir?", detalló.
Fue así que ingresó al seminario, con la idea de que se pasaría todo el día rezando, lo que nunca ocurrió, pues tomó clases de filosofía, psicología, de guitarra y piano, podía jugar villar futbolito y baloncesto, así como también tomaba lecciones de teatro.
"Si alguien entra al seminario y no sale como cura, sale bien formado; da una estructura y una amplitud de ver el mundo desde otra manera", consideró.
El padre destacó que, entre los seminaristas, que luego se hicieron famosos, se encontraban Eric del Castillo, Ignacio López Tarso y Joan Sebastian.
Aguilar realizó su ordenación sacerdotal el 24 de mayo de 1980, hace 43 años.
melc