Rafael Inclán es parte importante del cine nacional, el teatro y la televisión, aunque en realidad nunca quiso ser actor. Su pasión eran los toros y los caballos. Fue su rebeldía y falta de dinero lo que provocó que se adentrara en el mundo del entretenimiento y pasara de ser el Mofles a trabajar con Arturo Ripstein.
“Era vago. Mis hermanos sí estudiaron”, reconoce en su característico tono socarrón. “Quería torear o ser rejoneador, pero juntar para un caballo era imposible y en esa búsqueda perdí mucho tiempo, me casé muy joven. Mi mamá, más que mi amiga, era mi enemiga en esa época y llegó un punto en el que me dijo que ya que no quería estudiar, mínimo me fuera de actor”,
Hoy cumple 80 años. Es uno de los exponentes más recordados del llamado cine de ficheras junto a Alfonso Zayas, Luis de Alba y el Caballo Rojas. A diferencia de estos, él supo dar un salto a un cine “más serio”, como lo define. “Cualquiera de mis compañeros hubiera podido dar el salto, algunos lo intentaron y no cuajó, también tiene que ver con la humildad, quizá en el cine de ficheras éramos las estrellas y en el otro no íbamos a serlo”, dice.
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La intuición le ha ayudado a lo largo de la vida. Esa que le provocó hacer otro tipo de papeles antes que el cine de ficheras se extinguiera: “El género se agotó porque se abusó, se excedió, tanto los productores como los actores y hasta el público. Tuve cierto olfato para adelantarme a lo que se venía, sabía que este cine iba a acabar y traté de dar el salto antes de que sucediera”.
Durante años, se ha dicho que este tipo de producciones significaron una de las épocas más oscuras de la industria. Él se niega a creerlo, dice que representa una etapa de México en la que era lo que el público lo pedía.
“Siempre dicen que perjudicó al cine nacional, pero pregunto: ¿Entonces también lo perjudicó el de los hermanos Almada? ¿Las películas de la India María? ¿Las de Cantinflas? Eran géneros que vendían mucho, era un divertimento. Toda la vida ha existido el cómico, la mujer atractiva y un villano, en las ficheras el villano era el padrote. Decían que era contenido fuerte pero ahora ves Acapulco shore y te das cuenta de que lo que hacíamos no era nada en comparación a esto. Lo que no entienden es que las ficheras no eran prostitutas”.
Dar el salto al “cine serio” no fue tan sencillo, sino una lucha que le llevó una década. Al recordar ese momento, Inclán confiesa que de inicio le daba miedo, pues no sabía si funcionaría en él o si los directores apostarían por su trabajo.
“Tenía incertidumbre. Yo decía que estos trabajaban menos porque en el cine de ficheras trabajamos a diario. Lo de trabajar con Ripstein fue insistencia mía, lo estuve buscando 10 años, él dirigía una telenovela en Televisa porque también los cultos necesitan pagar la renta. Yo estaba en esa telenovela pero nunca me peló. Un día en Madrid, viendo una zarzuela, mi hijo y yo nos lo encontramos en el intermedio. Me acerqué y le dije que si no tenía un papel para un cómico fichero y me dijo: ‘quizá’”.
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Meses más tarde, Ripstein llegó a una de sus filmaciones y le dio un papel, el cual Inclán rechazó porque los contratos que tenía se lo impedían.
“Me lo encontré en un parque 10 años después. Él estaba haciendo scouting y me le lancé. Le dije que ya no tenía contratos, que ya no era el Mofles y no tenía silla de protagonista, que me diera trabajo”.
Esto derivó en los largometrajes El evangelio de las maravillas (1998), El coronel no tiene quien le escriba (1999) y La perdición de los hombres (2000), filme premiado con La Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. A este premio también se le sumó el Ariel que ganó a Mejor Actor en 2004 por su papel en la cinta Nicotina.
Pese a estos reconocimientos, Inclán cree que parte de su vigencia se basa en la humildad, pues nunca se ha considerado un portento de histrión. “No fui niño prodigio ni nada de eso, a pesar de estar una familia artística; cuando no eres muy inteligente, te casas joven, echas a perder la vida de la otra persona, entonces tuve que luchar mucho para que los empresarios se dieran cuenta de que funcionaba. En mi época no era el público quien te colocaba, eran los empresarios”.
Inclán llega a sus 80 vigente en el melodrama ¿Qué le pasa a mi familia?, con una esposa con la que acaba de cumplir dos años de matrimonio y con un bypass desde hace 20 años. Dice que nunca ha sido capaz de contar los años, el dinero o los reconocimientos y homenajes, porque no cree mucho en ellos. Lo único que desea seguir teniendo llamados y el cariño de su gente.
Todo Terreno
Inclán trabajó con Ripstein desde el filme El evangelio de las maravillas (1998).
178 PRODUCCIONES ha realizado Rafael Inclán en su carrera como actor, según el sitio IMDB.
Las ficheras, desde los inicios del siglo XX
Frase
"No celebro, mejor gozo. Aprecio el cariño de mis cercanos y amigos, los que aún tengo porque, a mi edad, ya muchos se han ido. El mayor halago es tener llamado”. Rafael Inclán. Actor.