cesar.huerta@eluniversal.com.mx
Los niños se acercan a la cámara y con sus manos gesticulan como si cortaran el cuello de alguien.
No es ficción. Se trata de un documental nacional llamado Mexicanos de bronce, cuya idea inicial era mostrar qué pasaba con los reos que quedaban en libertad.
La escena es de unos infantes que viven en una zona donde la falta de amor materna y las bajas condiciones económicas, es lo que se ve.
“Tocar a los niños es revelador por la degradación de los contextos en que viven, en ningún momento de trata de hacer una apología del crimen o minimizar los delitos sino ver que, si no se hace algo, las cosas van a estar peor”, señala Julio Fernández Talamantes, director del filme.
El documental requirió de cinco años de trabajo, mucho de ellos para convencer a Rocky, Hones y Bullet, quienes se conocen en prisión y deciden formar una agrupación musical que dé forma lírica al pasado que los persigue. Uno de ellos es liberado, pero sólo para volver a lo mismo.
“Debía crear una relación confable para que me permitieran ir a su casa, así que yo también les contaba cosas de mí, aún ahora estamos en contacto, viendo qué ha pasado con todos nosotros”, indica el realizador.
“Ellos reunían las cualidades que se necesitaba porque además de saber hablar, son gente que cuenta historias a través de canciones y eso, en síntesis y facilidad de palabra, ayudaba mucho al proyecto”, indica.
Mexicanos de bronce llega primero a Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, para la próxima semana iniciar en Estado de México y Zacatecas, entre otros.
“También estamos buscando espacios alternativos para proyectarla, viendo con quién hacer talleres para que los niños no caigan”, dice.