Enrique Bunbury
compartió diversos recuerdos de su cercana amistad con Pau Donés , incluyendo algunos detalles no conocidos de los últimos años del que fuera líder de Jarabe de Palo.
"Mi querido Pau nos ha dejado hoy", empieza Bunbury, quien prosigue: "Si no me equivoco le conocí en 1998 [en realidad debió ser 1996, por lo que cuenta], cuando recién publicado su primer álbum vino a tocar a la Morrissey, una sala de conciertos de Zaragoza, de escenario y aforo modestos".
Y añade: "'La flaca' todavía no había sido el éxito fulminante e internacional que le catapultó unos meses después. Entonces ya me fijé en el guitarrista del grupo, que me pareció sobresaliente [se refiere a Jordi Mena, guitarrista de su banda desde hace más de una década]".
Rememora Bunbury que la siguiente vez que se vieron "fue seguramente en el funeral de Joan Trayler, dueño de MusicLan Studios, en Figueres", donde ambos habían grabado: Pau 'Depende' y él 'Flamingos'.
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Durante todos estos años, ambos artistas se encontraron "puntualemente en diferente lugares del planeta, principalmente en México y Los Ángeles". "Siempre era un placer verle y charlar y abrazarnos", remarca.
"Recuerdo cuando comimos en un restaurante en Sunset Plaza en L.A., cómo me contaba apenado que lo que más le fastidiaba del éxito y las giras era haberse distanciado de su propia hija y no haber pasado con ella mucho más tiempo", continúa.
Al poco, le diagnosticaron la enfermedad y es en este pundo donde Bunbury revela ciertos detalles de su cercana relación: "Unos pocos años después me llamó y me dijo que dejaba la música y se venía a vivir a Los Ángeles, a surfear y a pasar el máximo de tiempo con su hija, que se venía a estudiar".
"Les ayudamos a buscar casa y colegio y se instalaron en Venice Beach. A partir de entonces, nos vimos y hablamos mucho más a menudo. No pasaron más de dos o tres meses cuando me llamó para pedirme un bajo. Le pasé mi Fender Jazz Bass, con el que grabó todas las demos de su nuevo y último disco, 'Tragas o escupes', editado hace apenas dos semanas por sorpresa", relata Bunbury.
En esta línea, confiesa que cuando Pau le llamó para pasarse por su casa y "escuchar las canciones terminadas", le anunció que se volvía a España para una revisión: "Tuve un mal presentimiento. Al poco, me dijo que se quedaba en España y que le quedaba muy poco tiempo".
"Quería grabar su disco. Esa era su obsesión. Necesitaba ese tiempo extra y final. La muerte de Pau es una tristeza mayúscula para todos lo que le conocimos. Pero la elección de vida y muerte que nos deja, es imborrable. Murió, seguro, como vivió toda su vida. Con una sonrisa", termina un emocionado Bunbury.
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