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Ella está gritando enojada: “¡así como vienen al concierto, vengan a misa!, ¡vengan a escucharla!”.
Es una mujer la que arenga en la esquina de 5 de mayo y Plaza de la Constitución . Viste de gris y se pasea entre las decenas de personas que caminan rumbo al recital que esta noche ofrecerá La maldita vecindad .
Muchos asistentes visten de negro y muestran sus brazos tatuados, mientras traen colgando collares que terminan con una calavera. También hay quienes traen playeras con dioses prehispánicos, como Quetzalcóatl y Tlaloc.
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El termómetro marca 20 grados centígrados con un pequeña probabilidad de lluvia, pero hasta ahora no hay nubes que hagan pensar en que el fenómeno natural llegue en algún momento.
Quien quiera llegar al Zócalo debe pasar por tres filtros: el primero solo consiste en ser observado por los elementos policiacos a la distancia; el siguiente ya procura que los ríos de gente se transformen en una sola fila y, en el tercero, se revisan mochilas.
“Avancen, avancen, no se detengan”, gritan policías agilizando el tránsito.
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Además de las dos pantallas gigantes tradicionales a los costados del escenario, se han dispuesto de otras más pequeñas para el público más alejado de donde se presentará el espectáculo.
Ya sobre la plancha del Zócalo la vendimia está paulatinamente apareciendo: paliacates de la Vecindad a 20 pesos y algunos, ya traen bajo el brazo impermeables doblados.
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