Más Información
janet.merida@eluniversal.com.mx
La Habana.— ¿Sabe usted qué hay justo detrás de este teatro?, pregunta Luis acercándonos a la entrada del Teatro Karl Marx a bordo de un taxi amarillo. El mar, nos dice con acento cubano y emocionado tras dejarnos unos segundos en suspenso.
A esa hora —cerca de las nueve de la noche—, el murmullo del agua está rebasado por el de la gente que busca estacionamiento, baja de los autos o llega caminando y se forma para entrar al teatro, uno de los más importantes de La Habana y al que Pablo Milanés regresa después de casi tres años.
Muchos también están buscando boleto de última hora, aunque parece imposible porque todo se agotó la semana pasada, cuando salieron a la venta las más de 4 mil entradas a un precio de 40 y 45 pesos cubanos.
Es muy barato, nos dice el taxista, casi dos dólares estadounidenses. Aunque para el promedio de ingreso de la gente (alrededor de los 20 dólares al mes) podría percibirse no tan barato, pero sí accesible, agrega.
Todos saben que Pablo es quien menos gana y lo entienden como un acto de cariño a su gente, de allí el nombre del espectáculo, “Mi Habana”, su carta de amor a Cuba.
Uno de los afortunados en conseguir boleto fue Jesús. No radica en el país pero vino a escuchar a su cantante favorito.
“Cuando yo oigo a Pablo Milanés significa mi generación, crecí con sus casetes entonces, desde que tengo cinco o seis años estoy viniendo a todos los conciertos, es como seguir tu línea de la vida. Forma parte de la filosofía de vida de cada uno”.
Sonia, otra de las asistentes, va con algunos familiares y siente lo mismo por el músico.
“Pablo, igual que otros cantantes de su época representaron una etapa, dio pasión a esa música que movió mucho pueblo, muchas generaciones, hay muchas canciones románticas también, así que venir aquí es una cosa muy importante”.
Ya adentro, el gentío busca entre las butacas rojas la que les corresponde. Se sientan y mientras comienza platican y se carcajean con ese acento encantador y pegajoso, con un clima no tan caluroso por la tormenta que azotó la ciudad por la tarde.
A las 21:05 las luces cambian de tono y comienza el concierto.
Pablo Milanés aparece en medio del escenario con una camisa azul, imperturbable y comienza con las primeras líneas de “Marginal”.
La gente, de pie, lo recibe con un largo aplauso. Poco después suena “Cuánto gané, cuánto perdí” y todos lo acompañan, cantan con él.
“Ustedes son el público que más quiero en el mundo” dice el cantautor tras estos dos temas y la gente le responde con aplausos y gritos.
Suena “Matinal” y la voz de un Pablo dueño del tiempo, de una voz impresionante, dulce y fuerte invade el lugar. Sabe perfecto en qué momentos unir su voz a los demás instrumentos. Tienen el aliciente, además, de que el concierto se grabó para un DVD que saldrá pronto.
“Nicolás Guillén, como ustedes saben es nuestro poeta nacional, el título ‘De qué callada manera’ nosotros lo hemos musicalizado”, agregó el intérprete.
Luego vino “Nostalgias”, seguida de la que, dice, es una de sus canciones más queridas, “Ya ves”.
Más adelante llamó a uno de sus grandes amigos, Carlos Varela, con quien cantó “Vestida de mar”, tema dedicado justo a ese mar detrás de ellos.
“La Habana será lo que un día fue, vestida de mar, vestida de luz, como un renacer”, dice la letra.
También cantaron un tema de Carlos, “Los días no volverán” y Pablo hizo una pequeña broma .
“Yo quería que esta canción fuera mía y le dije que si me la daba, me respondió: te la cambio por ‘Los días de gloria’”. Bueno, está bien, comenzamos a dialogar y ya andamos en varios negocios”.
Pancho Céspedes fue otro de los invitados en esta noche que movió cientos de emociones. Él dijo que “Para vivir” fue el tema con el que él se hizo compositor.
Milanés también cantó a su gente “Yolanda” de sus temas emblemáticos, y cuando llegó el momento de la despedida, cantó “Amo está isla”.
“Amo esta isla, soy del Caribe. Jamás podría pisar tierra firme, porque me inhibe”. Tras agradecer a todos sus acompañantes, dijo adiós con las manos, abrazó a sus invitados y se bajó el telón. La gente, entusiasmada aún, salió lentamente para volver a sus casas con ese mar de La Habana de testigo y acompañante.