Lucía Uribe y Mauricio Isaac ya comprobaron que la leyenda urbana de que cuando se filman películas de terror pasan cosas raras en el set, es cierta.
Ambos estaban en el rodaje de Jugaremos en el bosque, donde interpretan a una pareja que llega a una hacienda donde hay espíritus, cuando experimentaron algo que aún les enchina la piel.
“En una escena en la que justo se desata todo el horror, que es de las primeras en el filme, se cayó de la nada un crucifijo sobre la cabeza del actor que estaba haciendo al personaje y fue muy raro”, recuerda la actriz de Todo va a estar bien.
“Luego se cayó un árbol también de la nada y a mí sí me generaba miedo. Que luego me quitara el miedo cuando decían ‘acción’, era distinto, pues había que estar tranquilos. Pero antes del rodaje hicimos un ritual para pedir permiso de usar la hacienda, que debe de tener siglos”, agrega Isaac, histrión en la película Mentada de padre.
Jugaremos en el bosque, que hoy llega a salas comerciales, representa el debut en la dirección de Alejandra Cárdenas, productora de Cásese quien pueda y el cinefotógrafo Guillermo Granillo, quien estuvo tras el look visual de El crimen del Padre Amaro. La historia nació hace unos años, cuando Alejandra conoció al escritor Carlos Aguilar, quien le habló de una idea sobre una pareja en época cristera.
A ella, en ese momento, le interesaba indagar en los temas de posesión y locura, y comenzó a trabajar en el guión con ambas bases.
El largometraje inicia con la pareja después de haber sufrido la muerte de su hijo: mientras ella no logra recuperarse del golpe que eso significa, él intenta superarlo enfrascándose en su trabajo. Un día, él logra que la antigua hacienda de su familia sea remodelada, sin saber que tiene un pasado oscuro.
“Todo viene del miedo más profundo y antiguo que hay de que la pérdida real de los hijos te pone en un lugar de terror. Escribir sobre eso es terapia, porque al final sabes que es una ficción, termina la película y te vas a casa”, indica Alejandra.
Fiel al género, los tonos negros son pieza fundamental para generar ambientes tétricos.
“Hay muchas películas que tienen tanto oscuro que no ves nada (risas) y para esta propuesta, al tener una parte de pasado y otra de presente, se eligió tener ambientes diferentes”, detalla Granillo.
La cinta requirió de cuatro niños, dos de las cuales son gemelas y que podían quedarse perfectamente quietas durante el rodaje.
“No los sacabas de su personaje, se te quedaban viendo y sí daban miedo”, recuerda Uribe.