San Sebastián. Ruido, la cinta dirigida y coescrita por Natalia Beristáin, que concursa en la Sección Horizontes Latinos del festival vasco, emocionó con su sutileza al tratar el delicado tema del drama y la crueldad de la cotidianeidad con la que los familiares de las mujeres desaparecidas viven en México.

Un filme elegante que no muestra una violencia explícita pero que sabe tejer el dolor de las ausencias, y transmitir la frustración constante ante las injusticias de un sistema corrupto.

“Al hacer el proyecto del cortometraje de Nosotras, acerca de los feminicidios, que me invitó a hacer la organización El día después, terminé de redondear muchísimas de las cosas que terminaron en Ruido. Haciendo ese trabajo entendí que no podía hablar de los feminicidios sin abordar la cadena de violencias que desencadenan en eso”, explicó la realizadora en un encuentro en el Hotel Arbaso de San Sebastián.

Beristáin huye de la violencia para mostrar una situación que es desgarradora.

“Creo que la exposición constante a imágenes crudísimas nos ha hecho necesariamente poner una especie de velo para poder seguir conviviendo con estas realidades. Para mí el eje tiene que ver con lo humano y con tejer la posibilidad de los encuentros entre unos y otros”, apuntó.

La directora llevaba más de 10 años pensando en el filme de esta madre en busca de su hija y evitó a toda costa ver La civil, filme protagonizado por Arcelia Ramírez que también tiene este punto neurálgico, aunque distinto.

“Por fin la podré ver y también hablar con Arcelia, a quien admiro mucho, pero es que no quería que nada permeara la historia que tenía en la cabeza”.

En la cinta de Natalia se puede sentir esperanza.

“Es muy desesperanzador ver estos casos pero siempre intento regresar a uno de los aprendizajes más grandes que he tenido en mi vida adulta y que viene de las buscadoras, y es entender que no hay que perder la posibilidad de gozo y la posibilidad de esperanza porque eso también es un acto de rebeldía y algo que este horror no nos puede arrebatar”.

En Ruido, Natalia volvió a dirigir a sus padres, Julieta Egurrola y Arturo Beristáin, algo nada fácil, dijo, y a la vez maravilloso.

“Ahora entiendo que esta película no la podría haber hecho de otra manera porque me arropé con ellos”.

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