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El 3 de diciembre de 1994 el grupo The Cranberries debutó en México, en el teatro Metropólitan. Dos días antes, Ernesto Zedillo había tomado posesión como presidente del país, pero nadie había olvidado aún el asesinato de Luis Donaldo Colosio (23 de marzo de ese año).
Los irlandeses traían bajo el brazo su segundo álbum, No need to argue, con el sencillo “Zombie” como punta de lanza, que se refería a recientes atentados terroristas en Londres. Un balazo en la cabeza contra el candidato del PRI era el fresco referente local de la violencia política.
En aquel entonces, el escritor Xavier Velasco escribía crónicas de conciertos, y en su texto correspondiente se declaró admirador de “una banda que no cuenta con más infraestructura que un talento escandaloso”. Se declaró testigo del “deslumbrante tránsito del culto privado a la fama incontrolada”.
Velasco describió a O’Riordan como “una voz que se alza casi tiránica por encima de todo sonido”. El espectáculo le pareció “uno de esos bocados que, por su propia delicia, dejan con hambre a cualquiera”.
Otros cronistas, peor ubicados en el recinto, salieron del concierto echando chispas.
Dolores y sus compinches ya se habían reunido con la prensa mexicana, que en ese entonces no escarbaba en la vida privada de los artistas. Por ejemplo, a nadie se le ocurrió mencionar que O’Riordan se había casado el 18 de julio de 1994 con el promotor Don Burton.
Yo le pregunté a la cantante si encontraba un paralelismo entre Irlanda y México, pues ellos tenían encima la bota del gobierno inglés y nosotros la de los gringos. Contestó: “Los dos países tienen una cultura y un lenguaje propios, pero ustedes tienen la ventaja de que conservan su idioma, el español, y nosotros no; desafortunadamente, el gaélico se está perdiendo en Irlanda”.
No le molestó que la relacionaran con el estilo de Sinéad O’Connor: “Cuando empiezas, siempre te comparan con alguien, pero a estas alturas la gente ya sabe que canto como yo misma”.
En 2000 tocaron en el Auditorio Nacional y todavía recordaban la respuesta entusiasta de los mexicanos en 1994. En el año 2002 regresaron al recinto de Paseo de la Reforma y previamente ofrecieron una caótica conferencia en la que había más fans que periodistas.
En 2007 nos visitó Dolores en plan solista. Durante la charla con los reporteros se mostró muy relajada y no le importó que la traductora haya sido una amateur en su trabajo; incluso, Lola sugirió que la empleada le diera 20 dólares de su sueldo a un reportero con buen inglés y español.
O’Riordan dijo que disfrutaba mucho a su familia, que le encantaba practicar yoga, nadar entre los peces y pasear en bicicleta.
Recordó que en el año 2002 había visitado las pirámides de Teotihuacán, “donde me pusieron una cinta roja en la cabeza (paliacate) y me bautizaron con el nombre de una serpiente con plumas (Quetzalcóatl); fue todo un ritual. Yo estaba un poco triste porque hubiera preferido ser un ángel” (risas).
También reconoció que en algún momento de su carrera perdió el piso, pero que ya había “aterrizado”.
En 2010 regresó al Auditorio Nacional otra vez como líder de The Cranberries y ofrecieron tres funciones con boletaje agotado. En 2014 se supo que la intérprete sufría de trastorno bipolar; al menos eso le dijo al juez neoyorquino que la juzgó por agredir a una azafata en pleno vuelo y luego insultar a oficiales de policía en tierra.
En febrero de 2017 The Cranberries dieron otros tres shows en Cancún, y esa fue la despedida de Dolores en tierras mexicanas; su periplo de 23 años por acá incluyó también a Guadalajara, Monterrey, Acapulco y Tampico. La noticia de su muerte ha dejado perplejos a todos sus fans.
A los 46 años de edad, parecía que Dolores O’Riordan aún podía dar más en el terreno profesional.