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La Habana.— Allí donde termina el Malecón de La Habana el paisaje cambia, comienza una una zona residencial llamada Miramar, con calles amplias y llenas de árboles entre los que se levantan mansiones en perfecto estado, lo opuesto a los edificios casi destruidos frente al Malecón. Muchas albergan embajadas de distintos países, hoteles, casas de diplomáticos y de artistas cubanos de renombre, entre ellas la de Pablo Milanés.
Junto a la puerta Villa Haydee, una hermosa construcción de dos pisos color blanco y un jardín frontal cercado por una reja negra, da la bienvenida un mosaico con una frase de El Quijote: “Donde música hubiere, cosa mala no existiere”. Sale Nancy, esposa de Milanés.
Adentro lucen dos cuadros enormes en la sala y dos dibujos en la pared junto a la entrada. En uno, un niño con alas montado sobre una especie de felino, y en otro, un ave. Los dos primeros fueron hechos por artistas amigos de Pablo durante algunos conciertos, explica Nancy; los dibujos son de otro gran amigo, el cubano Roberto Fabelo.
En realidad, la casa de Milanés es como un cuaderno de Fabelo, lleno de dibujos por todos lados.
“Siempre nos decía que iba al baño y se tardaba horas, era porque estaba dibujando”, cuenta Nancy soltando una carcajada.
Aparece el cantante con bermudas y playera color naranja caminando despacio por el pasillo. Él divide su estancia entre España y Cuba, pero dice que cada que vuelve disfruta completamente el aire, la gente, las costumbres y la cultura.
“Todo eso colabora a que uno adquiera un arraigo tremendo del que no se puede desprender en la vida”.
Por eso decidió crear Mi Habana, concierto que luego de tres años de ausencia presentó en su tierra. Nació en la parte oriental de la isla pero desde los cinco años vivió en La Habana, así que conoce todos sus barrios y recovecos.
“Resulta que últimamente he hecho muchas canciones dedicadas a La Habana de una u otra forma, que por muy destruida que aparentemente esté, conserva una belleza extraordinaria y un encanto que atrae”.
Cuando sale a la calle, comenta, le saludan llamándolo “Pablito”, porque así le decían desde los 13 años, cuando comenzó a cantar profesionalmente.
“En la medida en que vamos envejeciendo el público va reconociendo el trabajo de uno, el esfuerzo de toda la vida”.
De México, también tiene recuerdos. Sonríe y afirma que es éste el lugar del mundo por el que más ha trotado, donde lo esperan, lo conocen y cantan sus canciones.
“He ido a cada pueblito”, y con eso afirma por qué no ha pensado en dejar de dar conciertos, para él es más valioso que grabar o hacer cualquier otra cosa. Curiosamente, no ha escrito canciones a esta tierra.
“México es un amor particular, es como el que le tengo a mis hijos, que no les hago canciones pero los amo profundamente”.
Por el cariño a este país, está pendiente de los cambios políticos y también esperanzado.
“Creo que era hora de que el pueblo mexicano se diera cuenta de que hay que cambiar y se ha hecho de una forma democrática, abierta, con un voto tan explícitamente de izquierda que no hay duda de lo que quiere el pueblo mexicano. Yo confío en que el gobierno le responda a ese pueblo que le ha tenido la confianza absoluta de brindarle su voto, creo que a México le aguarda un futuro luminoso, nada más que los gobernantes hagan lo que les corresponde”, advierte.
Recientemente, Milanés grabó un disco de salsa donde incluyó temas nuevos y una que sacó del archivo, que estima saldrá a finales de este año o principios de 2019.
Al mismo tiempo, el cantautor prepara un álbum de standards de jazz norteamericano, en inglés y con un trío que no es de sus músicos habituales, sino un trío de jazzistas especializados cubanos.
“Creo que van a ser unos discos grandiosos porque se salen una vez más de mi zona de confort, he experimentado con muchas cosas, he hecho canción tradicional en seis discos dentro de la colección Años, también hice una colección de boleros que se llama Feeling en homenaje al movimiento del bolero que hubo acá en Cuba hasta los 60, encabezado por César Portillo de la luz y José Antonio Méndez. Constantemente estoy cambiando de género porque eso me da vida”, indica.
Tras más de 50 discos grabados, giras por todos lados y batallas ganadas a la enfermedad (en 2014 recibió un trasplante de riñón de su esposa), Milanés se define hoy como un hombre completo.
“Me siento en paz porque he hecho lo que he querido, lo que he pensado, creo que he vivido con dignidad, con decoro, soy feliz, tengo una familia maravillosa, tengo las cosas fundamentales para la vida: una familia, los amigos, un entorno de felicidad, de paz, amor. Y a mí me sobra todo eso”.
También le da gusto la presencia de artistas a la isla, como la reciente que hizo Armando Manzanero.
“Es que Cuba es un plaza extraordinaria, aunque económicamente no produzca nada, emocionalmente produce mucho y a los artistas les llena eso también, hay una parte sensible de los artistas que les complace, en Cuba arrasan este tipo de artistas, desde lo Rolling Stone hasta Armando Manzanero”.
Pero, ¿cómo ve Cuba en algunos años?
“Yo ya hablé mucho de Cuba durante varios años, de la política y de su problemática social, económica y cultural. Ahora yo dejo que las generaciones que vienen hablen si es que tienen algo qué decir”, expresa Milanés mientras invita a probar el jugo de mango de los árboles de su casa que su esposa preparó.