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Soñar que sueñas es una de tantas alternativas cuando recuestas tu cabeza en donde así pueda ser. Soñar que estás despierto y que las cosas que suceden son más reales que la realidad en la que te mueves y se mueven quienes amas, es mucho más complejo.
Habiendo llegado a este mundo en el último año de la década de los 50 del siglo pasado me colocó, sin así desearlo, en la posición de primogénito, un año después de mi arribo, recibimos a mi hermana Lula y dos años después a quien hoy me ocupa en estas líneas: Sabo, nuestro talento maravilloso de la música, desde las perspectivas de su construcción con base en pasión y compromiso, lo gestan y lo vuelven a hacer de cuando en cuando. Por último, llegaría Claudia y entre ella y Sabo, un hermano, que no conocimos.
De esa, su llegada, la de Sabo, ha habido como en el D.F. que nos vio nacer y que hoy nos pide llamemos Ciudad de México, que se mece de vez en vez con la furia de una flecha disparada al corazón desde algún ritmo, como escribiera Guillermo Briseño y donde él, nuestro Sabo, colabora con la magia de sus dedos sobre esas cuatro cuerdas de su bajo; una serie de réplicas que nos llevan a pensar en ese acomodo interior de las capas que le constituyen, lo han llevado a renacer en múltiples ocasiones.
Apenas hace unas horas nos regala una nueva sacudida con su desvanecerse, para como todo buen mago; regresar a la escena desde la maravilla de quien domina como nadie la posibilidad de evaporarse en un sitio, para aparecer en otro, sonriente y completo, como solo él sabe hacerlo.
Es cierto que los varones Romo somos capaces de eso. El que esto escribe se meció hace ya algunos años, tras un infarto, entre este barrio y algún otro, nuestro padre lo ha hecho ya en un par de ocasiones y ahora él, el Sabo, nos repite la medicina, enseñándonos de qué está hecho, al volver y volver y volver, en cada oportunidad que su intenso tren de vida le permite.
Yo me jactaba de tener dos fechas de nacimiento, pero mi padre y mi hermano se llevan las palmas, al mostrar y demostrar que se puede, si se cuenta con las asistencias y anuencias materiales y espirituales suficientes.
Después del concierto de Caifanes en Culiacán, el viernes, coqueteó con el aleteo de un colibrí y se fugó por un instante para ver el color del infinito, ese que lo hace eterno desde antes de nacer y con cada oportunidad de renacer y reinventarse.
Hoy se recupera, para continuar con lo que le da razón y motivo para continuar con un camino que brilla como solo él lo sabe hacer en el escenario. Desear que su vida se prolongue es una de las constantes de quienes tenemos la fortuna de conocerlo, y eso seguramente será así, pues se cuida y procura, tal vez no todo lo que quiere y debe, pero sí y de eso estoy seguro, lo que le permite continuar dándose como se da y recibiendo todo el cariño de su amigo y manager Eli, quien ha jugado un papel fundamental en muchas de su experiencias de vida y obviamente el de su familia.
La vida es una y la calidad de la misma, depende de cada uno. Les puedo asegurar que la de él, ha sido, es y será extraordinaria, prolífica y también muy intensa.
¡Larga vida al Rey!, ¡Larga vida a Sabo!, ¡Larga vida a mi carnalito!