James Douglas Morrison
fue encontrado muerto a los 27 años en la bañera de su piso en el barrio parisino de Le Marais el 3 de julio de 1971. Se marchaba así el hombre y llegaba el icono mitológico del rock, paro cardíaco se lee en su acta de defunción.
Por supuesto, siguen vigentes las teorías conspirativas que hablan de asesinato o suicidio, pero no es momento ahora de debatir sobre esto, sino de recordar el legado musical de "El Rey Lagarto", sin duda uno de los artistas más evocadores de la segunda mitad del siglo XX.
Fascinante resulta recordar que The Doors, la banda en la que ejerció como magnético cantante y letrista, funcionó apenas durante ocho años, entre 1965 y 1973. A pesar de esto, su música sigue vigente en las nuevas generaciones.
Hiptónico poeta inspirado en sus letras por los universos de Friedrich Nietzsche, Arthur Rimbaud y Jack Kerouac, pocos héroes del rock siguen transmitiendo un magnetismo tan vigoroso a través de las grabaciones que hicieron en vida. Vamos a repasar cinco de ellas en el 49 aniversario de su muerte.
Cuenta la leyenda (documentada) que Jim Morrison se encontró con su viejo compañero en la Universidad de UCLA Ray Manzarek en Venice Beach (Los Angeles, California) y que allí mismo le leyó un poema titulado "Moonlight Drive". Era 1965, el mundo estaba cambiando y los versos de Jim Morrison tenían el poder transformado que Ray buscaba a través de su teclado. Ese fue el comienzo, en forma de maqueta en 1965, aunque la canción no vería la luz hasta el segundo disco del grupo, aquel Strange days de septiembre de 1967.
El primer disco (homónimo) de The Doors vio la luz el 4 de enero de 1967 y contiene buena parte de los temas más celebrados del grupo, como Break on Through (To the Other Side), Alabama Song, Back door man, Soul Kitchen y, claro, Light my fire, con ese riff de teclado jovial y trotón ideado por el personalísimo talento de Ray Manzarek.
Tras editar en 1968 Waiting for the sun, The Doors regresaban en 1969 con The soft parade, convertidos ya en azote de lo políticamente correcto, dominados siempre por ese aura enfermizamente erótico y psicótico de un Jim Morrison convirtiéndose progresivamente en esa estrella del rock autodestructiva e inalcanzable. A pesar de que él pidiera que le tocáramos en esta especie de jazz pop progresivo.
Perdidos en la psicodelia, The Soft Parade no funcionó demasiado bien comercialmente, pero el grupo volvió más centrado en Morrison Hotel en 1970, con pildorazos rugosos como Roadhouse blues. Un clásico que abría la década de los setenta y en el que se constata un acercamiento al rock (aunque sea un blues) que dominaría el mundo los años siguientes.
Jim Morrison murió tres meses después de que L.A. Woman llegara a las tiendas en la primavera de 1971. Estamos ante un disco decididamente blues-rock, en el que atronan piezas como la misma L.A. Woman o la que cierra las hostilidades y terminaría, dramáticamente, cerrando el catálogo discográfico del Lizard King. Porque el apocalipsis llegó con los jinetes cabalgando bajo la tormenta.
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