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Alguna vez aquí estuvo el centro del universo y nuestros antepasados adoraron a Tlaltecuhtli, diosa de la tierra, a Tláloc, Ehécatl y Huitzilopochtli. Anoche, siglos después, miles se reunieron en lo que hoy llamamos Zócalo para adorar a un “dios” hecho a semejanza de los humanos pero cuya voz, movimientos y atributos personales se convierten en motivo de adoración de miles: Ricky Martin.
El ritual no incluyó cráneos pero sí unas máscaras hechas de cartulina y con el rostro del cantante boricua a todo color.
Para entretenerse, antes de empezar el ritual moderno, los niños armaron una batalla contra el cielo, atacándolo con flechas luminosas de plástico que se vendían a 10 pesos.
A las 20:33 horas paró la batalla y se encendió el adoratorio principal, colocado delante de Catedral y a un costado de Palacio Nacional. Alzaron celulares y los globos transparentes con foquitos LED (un objeto de novedad en los vendedores del centro).
Un grito dio la bienvenida a Ricky Martin y a su séquito de músicos, bailarines sin camisa y bailarinas con faldas diminutas. Sonriente, apareció vestido con camisa blanca, saco y pantalón negro comenzando otro de los rituales más antiguos: el baile.
Muchos tardaron en entrar en calor. Hacía frío. Pero convenció a varios al ritmo de “Shake your Bon-Bon” y “Adrenalina”. Ya envuelto en una luz azul y con una balada de fondo dio su primer mensaje. “¡Muy buenas noches México! ¿Cómo están? No tengo palabras para agradecer y hacerles saber la alegría que siento. Quiero que esta noche nos olvidemos de los problemas y seamos felices, que nos vayamos sin voz de tanto cantar”, dijo y entonó “Tal vez”.
Varios vendedores de dulces y chicharrones hicieron pausa para ver al puertorriqueño.
Un grupo de amigas improvisó la coreografía de “La vida loca”. De vuelta a las baladas, Ricky cantó “Asignatura pendiente” al mismo tiempo que en el escenario proyectaba imágenes de niños de distintos lugares.
Para entonces, algunas familias, más convencidas por el frío que por la candela, abandonaron el lugar.
“Me gustaría volver al comienzo de mi carrera, un segundo para recordar una canción que ustedes llevaron a los primeros lugares de popularidad aquí en México”, dijo después de “Tu recuerdo” y antes de “Te extraño”.
Bastó escuchar los coros siguiéndolo en “Vuelve” para ver que el Ricky más favorito de la noche fue el de las historias de amor y desamor. Claro, salvo cuando cantó “Vente pa’cá”, cuyo video es protagonizado por él y por Maluma. “María” y “Pégate” también retumbaron en el lugar.
Don José, un empleado de limpieza, también daba los últimos rondines con su escoba y recogedor hecho de bote de plástico antes de terminar su jornada de 16:00 horas y ganarse sus 300 pesos diarios.
A las 22:00 horas, cuando el concierto terminaba, se preparaba el segundo rondín de empleados de limpieza que dejaría la plancha del Zócalo impecable, alumbrada por todos esos edificios de distintas épocas que todos los días son testigos de distintos rituales, modernos y antiguos.
“Mucha fuerza México, que Dios los bendiga”, dijo Ricky antes de despedirse, no sin antes darle al público “La mordidita”, una de sus canciones más emblemáticas.
“¡Sube la adrenalina!” cantaba Ricky desde lo alto mientras las mujeres subían los brazos a la derecha y a la izquierda, concentradas en Ricky más que en las hediondas alcantarillas del centro de la ciudad.
“Esta es una tierra maravillosa”, gritó el boricua, quien no se aguantó las ganas de soltar un: “¡Viva México!”, que resumió el espíritu de solidaridad con sus fans.