En el verano de 1999, en un pequeño restaurante de la colonia Juárez, a unos cuantos metros de un negocio de comida rápida que está en el cruce de las céntricas avenidas Insurgentes y Reforma, Christina Aguilera nació para México.
Nadie conocía a esa chica súper delgada que de pronto se subió a un pequeño escenario y saludó a los que habían asistido a esa noche de un miércoles cualquiera.
“¡Oiganla bien, esta muchacha la va a romper!”, decía entre los pocos y seleccionados asistentes, la publirrelacionista de BMG, la disquera que recién había incorporado a la neoyorquina.
Apenas en junio de ese mismo año, Aguilera sacaba “Genie in a bottle” y, en agosto, el disco que la contenía.
Así que cuando llegó a México dicha canción apenas comenzaba a sonar en las estaciones de música en inglés.
“Es como la versión moderna de Cindy Lauper”, afirmó uno de los presentes, refiriéndose exclusivamente al físico de la chica de 18 años.
Se veía más alta que sus 1.57 metros de estatura, porque portaba grandes plataformas y, espigada como era, su andar era desgarbado.
Pero entonces se sentó y por las bocinas colocadas estratégicamente frente al escenario comenzaron a sonar las notas de “Genie in a bottle” y la gente calló.
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Apenas y se movía de su lugar, acompañando los versos con movimientos tenues de sus brazos de arriba a abajo, como si tallara una lámpara gigante maravillosa.
“Tiene voz de negra, pero cara de ángel”, exclamó uno de la veintena de invitados, incluyendo ejecutivos internacionales de la disquera, con copa en mano.
No hubo aplausos, porque de inmediato entró “What a girls wants” y “Reflection”. Y fue todo.
Dio las gracias en español, se levantó y retiró acompañada de un séquito de ejecutivos. Entonces el coctel comenzó.
A la poca prensa invitada se le pidió no publicar nada. Sólo había sido la presentación de una chica a la que auguraban futuro.
Meses después, en mayo de 2000, Aguilera ya era estrella internacional.
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Había vendido cerca de 10 millones de copias de su álbum debut y era invitada del Aca Fest , el encuentro musical principal de Televisa en aquellos años.
Ese año, en una visita relámpago a la capital mexicana, ofreció una conferencia de prensa y breves entrevistas en un pequeño salón.
La gran vendedora era la que se paraba de cada entrevista y caminaba unos metros para sentarse en otra.
Y no tenía problemas con fotos.
Esa noche del verano de 1999, fue sólo el inicio de su carrera en México. Y pocos lo atestiguaron.
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