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Manuel García creció en Arica, Chile, una tierra que, dice, Gabriel García Márquez podría describir como macondiana: con un enorme desierto cortado por el mar, ríos pequeños y un viento que pega al rostro cargado de sal. De padre melómano y madre apasionada por la lectura, descubrió en la adolescencia su pasión por la música y la composición.
“Apenas tuve la oportunidad de escapar de los televisores de las casas descubrí que el desierto es generoso en el silencio, en la sabiduría del pensamiento y descubrí el espacio geográfico. Qué mejor para la voz de una guitarra y un adolescente que quiere expresarse y decir sus cosas con privacidad que el desierto”, comparte Manuel a EL UNIVERSAL.
La música también lo llevaría al pensamiento social y político, a cantar temas sobre el exilio chileno gracias a discos que llegaban a ese pequeño poblado entre Bolivia y Perú como tráfico, al igual que la trova cubana (que en ese tiempo no era bien vista), pero que definirían su camino como músico y maestro.
Hoy, su música trata de explorar en la identidad de los pueblos latinoamericanos pasando por géneros como el folk y más allá de los libros que plantean erróneamente la trama del hombre únicamentye a partir de Europa. “Nuestra historia se construye en lo popular. Mi formación sí tiene que ver con los libros pero lo que más valoro es esa construcción social que se hace desde el día a día, la recuperación de los valores indígenas, de las lenguas que son una cosmogonía, una forma de entender el mundo y entender la vida.
“Desde esa profundidad es donde yo trato de establecer lo mío. Cambiaría gustoso todas mis canciones por aprender una lengua indígena”, expresa.
Tras cinco discos, entre ellos Témpera, Pánico y Acuario, Manuel García lanzó recientemente Harmony Lane, un álbum que define como multicultural.
“Hicimos dialogar las guitarras latinoamericanas con las guitarras gringas -el productor es normeamericano-, con esa parte noble del pueblo estadounidense que a veces no refleja la política”.
En él se incluyen temas inspirados en México como “Romance trajinera” y “El rancho”, producto de sus viajes al país.
También está en él su abuelo, quien deseaba conocer México, el Tenampa y los mariachis.
“Me decía: Manuelito, tóqueme en la guitarra una canción de José Alfredo, una de Javier Solís y yo tenía entre mil cosas muy en cuenta que lo iba a hacer. Pero ese verano mi abuelo falleció. Le debo eso a él, es por eso que vengo con tanto gusto”.
Mañana, el viernes y el sábado Manuel y Mon Laferte cantarán “Cielito de abril” en el Auditorio Nacional como parte de la gira de la también chilena. El viernes, además, abrirá el concierto.