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A inicios del nuevo milenio, la música de Dámaso Pérez Prado volvió a recorrer el mundo gracias a la reinterpretación que el cantante alemán Lou Bega hizo de su icónico tema “Mambo No. 5”, el cual logró que todos se preguntaran de dónde provenía ese sonido tropical.
Pero el mambo no surgió de un día para otro. Nació de las variaciones de la música africana, su viaje a Cuba y del tiempo.
En el documental ¿Quién inventó el mambo? el musicólogo Helio Orovio asegura que la palabra viene del congo y hace referencia a la fiesta, al jolgorio, y pese a que se reconoce a Pérez Prado como quien hizo sonar el género en todas las latitudes, es en Cuba donde se tienen los registros previos del género.
En el libro Merengue: Ritmo que contagia, de Ramón Antonio Glass Santana, comparte que en 1938, en Cuba, los hermanos Orestes e Israel López Cachao, miembros de La Charanga de Arcaño (llamada después Orquesta Arcaño) fueron quienes incorporaron un estribillo o montuno sincopado al danzón. “...elemento que se repetía constantemente aseverando que en la repetición se decía ‘vamos a mambear’, y el hecho musical descrito fue llamado por la Orquesta de Arcaño ‘Danzón de ritmo nuevo’ o ‘Danzón mambo’, aduciéndose así el origen o la invención del mismo”.
De ahí, el autor resalta los aportes que hicieron al género artistas como Arsenio Rodríguez pero sin duda, dice, “fue Pérez Prado quien le dio personalidad y difusión objetiva al mambo”, además de utilizar a México como plataforma para potencializarlo.
“Así, en 1948, cuando el famoso Teatro Blanquita se encontraba en boga, el Cara de foca, como le decían, lo rentó para realizar un espectáculo denominado Al son del mambo, teniendo como invitado a uno de los mejores cantantes cubanos de la época: El bárbaro del ritmo, Benny Moré, con quien realizó una mancuerna de difusión extraordinaria. Ambos se apoderaron del mercado musical mexicano”, agrega Glass Santana.
Para Nicolás Ramos Gandía, “Pérez Prado toma el mambo de Arcaño, lo superpone al ritmo de cuatro por cuatro del Swing americano y lo convierte en el baile de salón por excelencia de la década de los 50”.
En distintos documentos se hace referencia a Roderico Neyra y José Curbelo como piezas importantes del mambo.
En una entrevista televisada con Jaime Almeida, el periodista le preguntó a Pérez Prado cómo era el proceso para crear un mambo y El cara de foca respondió más con las manos sobre el piano que con las palabras.
“Es muy fácil, por ejemplo (haciendo sonar las teclas con los dedos). Yo hice esta música para todos los latinos, por eso la hice con una letra muy corta, muy tonta, más bien basado musicalmente, que fuera la orquesta la que se luciera”, decía él.
En lo que definitivamente no tuvo nada que ver, dijo Dámaso, fue en la creación del baile, ese nació en la pista. El grito tan particular que se oye en las canciones, confesó, no es otra palabra más que “¡Dilo!”
En la entrevista que hiciera Almeida a Pérez Prado también se hace referencia a la canción de Patricia y la polémica en la que se vio envuelta debido a que parte de su melodía es muy similar a “La burrita” canción compuesta por Ventura Romero Armendáriz, compositor nacido en Chihuahua. En su biografía, publicada por la SACM, se lee que la melodía se difundió rápidamente dentro y fuera del país y que incluso el presidente Truman, de Estados Unidos, adaptó la canción para sus actos políticos. Ambas canciones, “La burrita” y “Patricia” tienen algo de familiaridad.
Hoy, muchos años después de aquel auge que tuviera el mambo, es difícil encontrar un salón de baile donde los pies se muevan al ritmo de este género que sin duda, marcó toda una generación.