Ahí está Alex Turner . Se le ve descender de una rampa. Es él: no puede ser alguien más. Lentes oscuros a la media noche, un rebelde que cede a sus 33 años, un hermético emocional en sus gestos, sensual en sus movimientos.

Ahí va Alex Turner, con una guitarra afiche. No sólo la toca, se contonea con ella, la usa como medio seductor. El festival Pa’l Norte está en su mejor momento, no parece que lleva casi 12 horas de actividad, los asistentes se toman cualquier rincón, no siempre es para verlo: sobre el césped mirando al cielo, en los arboles para recargarse, se miran entre ellos, toman su celular.

Son miles de pantallitas. En casi todas hay versiones de Alex de diferentes definiciones, los más nítidos no son necesariamente los de un mejor móvil, sino los que estuvieron horas esperando hasta adelante, para estar cerca de él, de sus movimientos, de su peculiar peinado y hasta sus desplantes.

Es Alex Turner, lo dice “Do I wanna know” y los gritos que le siguen, pareciera que sus seguidores no dejarán escuchar la letra, entonces el británico pregunta con su peculiar voz: “¿Alguna vez te has sonrojado? ¿Algunas vez te entra el miedo de no poder cambiar la marea?”

Y ya todos le siguen, cantan con él: “Quiero saber si este sentimiento fluye en dos sentidos. Sabes que las noches fueron hechas principalmente para decir las cosas que no podrás decir mañana”, reza el éxito de Arctic Monkeys .

El tema es uno de los más famoso de la banda y sus letras encajan con el momento. Algunos asistentes se abrazarán y lo corearán, otra más mira al cielo, como habiendo encontrado algo y, pese a la lluvia amenazante, disfruta del tiempo.

Arctic Monkeys conquista el Pa’l Norte
Arctic Monkeys conquista el Pa’l Norte

Emilio Vasquez/EL UNIVERSAL 

Los británicos marcaron así la pauta de cómo sería el último concierto del primer día del festival Pa’l Norte 2019: la noche combinaría la actitud retadora de Turner, lo silencios expectantes entre canciones que se romperán con la poderosa batería de Matt provocará alaridos (“Ohhh”) cada vez que retome los latidos de los temas con sus baquetas.

Ese es Turner y compañía. El de la pantallas enormes colocadas a los costados, el pequeño que abarca el escenario con sus movimientos que recuerdan a un Elvis del siglo 21. Que se pavonea en esas imágenes blanco y negro enormes; el que pregunta: “Escuché que te enamoraste o estuviste cerca de hacerlo. ‘Para siempre’ no es para todos, ¿lo es para ti?”. Es la letra de “Snap out of it”, que cantan cientos.

“Muchas gracias, por favor”, suelta finalmente en español.

Su voz suena distinta, algo débil, dubitativa a cuando canta. ¡Que cante!: llega “Don’t sit down ‘cause I’ve moved your chair y “I bet you look good on the dancefloor”, ambas energéticas. En esta última se encienden bengalas rojas entre el público: el humo de estas se mezcla con el del escenario de los Monkeys y hace poco visible a la banda. Es un blanco que sale debajo de los instrumentos y se mezcla con un rojo del que casi lo consume.

“Amé este buen momento”, les dice el vocalista.

Debraya después con la poesía de “Science fiction”: “Quiero explicar un punto simple sobre el amor y la paz, pero de una manera sexy para que no sea obvio”, canta. Pero sí es obvio: “Me encanta ese juego que llamaste ‘llorar de repente’”, confiesa con el tema “Crying lightning”,

El público se nota cansado, son casi las 2:00 de la madrugada, pero sigue pidiendo. Alex sigue ahí. No hablará mucho con ellos, dirá todavía: “Muchas gracias a todos, ha sido una maravillosa audiencia. Muy muy maravillosa”, pero su música hará eso mejor.

“Sólo quiero oírla decir: ‘Eres mío’”, corea con “R U mine?”, el último tema con el que Arctic Monkeys se despidió de Monterrey. ‘Bien, eres mío’. ‘Eres mío”, susurran algunos de sus fans ya con el escenario vacío, mientras se dirigen a la salida.

rad

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