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Si desde el viernes, que Miguel Bosé arribó al Festival Internacional de Cine de Morelia, apenas y decía hola a los medios de comunicación, ahora durante la función de gala de Tacones lejanos (1991), película de Pedro Almodóvar en que participó, sus recuerdos se agolparon.
Habló de lo que significó en dicho título interpretar a un juez implacable, para el cual debían ponerle la barba pelo por pelo, y el de su faceta femenina, que requería de que le jalaran el cabello tan fuerte, que una vez le sangró la cabeza.
“Ahora que me dicen que soy un descerebrado, ya se lo que significa”, bromeó ante más de 500 espectadores reunidos en el Teatro Matamoros de la capital michoacana.
“Me despertaba a las 3, a las 4 llegaba a e iba a maquillaje, te ponían la peluca, las pestañas. Me afeitaba a las 3 (de la madrugada) y a las 4 (de la tarde) comenzaba de nuevo a salir y a desmaquillarme”, relató.
Y lanzó, tras contar todo eso, un favor a todos que la estaban por ver.
“Por favor, compareceros por mi”, exclamó.
Eso sí, afirmó durante un conservatorio con Alejandro Ramírez, presidente del certamen, el intérprete de “Amante bandido” y “Bambú”, bromeó.
“Aun conservo esas piernas (tornedas del personaje) y por respeto no me bajo el pantalón para mostraros”, dijo divertido, recibiendo como respuesta de algunas personas que sí lo hiciera.
“No me considero actor, pero soy muy aplicado”, dijo en algún momento de la charla.
Habló, también, de su entrada al cine en 1973,
En ese año aceptó trabajar en filme “Gli Eroi” haciendo el papel de un soldado alemán que es asesinado a los pocos segundos de aparecer a cuadro.
“Dije: esto es cine y encima te pagan. Para mi el cine era independencia económica”, comentó.
Muy familiar
En algún momento, a pregunta de un asistente, Bosé habló de la experiencia de ser padre y cómo lo ven sus hijos.
Y fue sincero: “que me juzguen como cantante, sino les gusta, no hay ped…”.
Bosé y sus recuerdos. Pero también el de sus fans. Un joven de 23 años le pidió tomarse una foto con él y aceptó. Y otra chica quien aseguró lo ha visto en conciertos en distintas entidades, le regaló una piñata con su imagen.
Al final, Bosé develó una butaca con su nombre y, con la tela que la cubría de color vino, recordó los pases de torero.
Y se despidió del escenario, mandando un beso al público.
Bosé había hablado.