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Las luces se apagaron, y un estruendo acompañó la oscuridad. Fue la premonición de una noche que parecía imposible para los seguidores mexicanos de Metallica, quienes ayer finalmente disfrutaron el recorrido musical de la banda en el Estadio GNP.
Pasaron siete años para que la agrupación emprendiera una gira mundial con un disco nuevo, y cinco después de que, en 2019, pausaran su tour en Australia debido al problema de alcoholismo de James Hetfieldt, vocalista y guitarrista.
Ahora, juntos de nuevo, después de verse obligados a trabajar en 72 seasons a distancia, por la pandemia de Covid-19, Metallica celebró ante 65 mil fanáticos que llenaron el recinto en un formato arena, con un escenario de 360 grados en el centro del lugar.
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Cuando James Hetfield, Lars Ulrich (baterista), Kirk Hammett (guitarrista) y Robert Trujillo (bajista) aparecieron en el escenario, el público lucía impaciente: empujándose en la zona de pie frente a la tarima circular, justo debajo de las seis torres que albergaban las pantallas y el equipo de sonido.
Entonces, todo se tiñó de rojo y comenzó a sonar “Creeping death”. Los cabellos atados se soltaron de inmediato, y las manos se alzaron al unísono al ritmo del bajo del mexicano Robert Trujillo. La emoción colectiva explotó en un grito que muchos ahogaron hasta el último aliento, casi sofocándose en la intensidad del momento.
A tono con la guitarra de James Hetfieldt, que, usando un tapping, atacaba las cuerdas directamente en el diapasón sin tocar con su plumilla, las luces cambiaban rápidamente de color, pasando de un rojo intenso y sangriento a una luz blanca deslumbrante. Esto mantenía al público enérgico, emocionado con cada cambio de iluminación, mientras cantaban al unísono “Harvester of sorrow”.
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Todo era respaldado por la voz de Hetfield, quien, a pesar de haber pasado por rehabilitación por alcoholismo hace apenas dos años, mostró una potencia intacta. Su voz, rasposa y agresiva, pero a la vez melódica, se mantenía firme.
En las buenas y las malas
Acompañado por el rugido de sus fanáticos, aquellos que lo apoyaron en los momentos difíciles, ahora lo acompañaban en su resurgir.
“72 seasons”, el tema homónimo del álbum más reciente de la banda, fue el primero en resonar durante la noche. Hetfield, quien describió el proceso de grabación como una “operación a corazón abierto”, se entregó de la misma manera frente a sus seguidores mexicanos, dejándolo todo en el escenario.
Caminando, tranquilo y relajado sobre el escenario, Hetfield disfrutaba el momento. Miraba al cielo y, en ocasiones, al público, como si con cada gesto confirmara su redención. Agitando la cabeza con los ojos cerrados, marcaba el ritmo al compás del doble pedal de Lars Ulrich, sintiendo cada golpe como una reafirmación de su regreso.
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Así como las torres con pantallas apuntaban hacia el cielo, Hetfield también lo hacía después de cada solo de guitarra a gran velocidad. Junto a él, sus fans alrededor del escenario brincaban con los brazos en alto, sincronizados con la energía desbordante del momento.
Entonces, Kirk Hammett entraba en acción. Con su chaqueta negra y su larga cabellera, movía intrépido los dedos sobre el mástil de su guitarra, entregando el solo de “Leper Messiah” sin detenerse.
“Amigos hermanos y hermanas, es un placer estar con ustedes en México city, simplemente hermoso verlos aquí, la siguiente canción es cortesía de mi hermano Kirk”, fueron las primeras palabras que Hetfieldt dedicó al público que lo aplaudió en cada frase, antes de que “King nothing”.
Con fuego y pirotecnia, la banda prometía que la noche seguiría encendida, respaldada por la calidez de todos sus fanáticos, que aplaudían al ritmo de cada canción, siguiendo el bombo de Lars Ulrich.
Metallica incluyó grandes clásicos como “The day that never comes”, “Nothing else matters” y “Master of puppets”, marcando así la primera configuración de los dos setlists diferentes que presentarán a lo largo de sus cuatro noches en la Ciudad de México.