San Sebastián.— Marina de Tavira ha forjado su carrera en las tablas y ha deslumbrado internacionalmente tras su interpretación de Sofía en ROMA (2019, Alfonso Cuarón), por la que fue nominada al Oscar como Actriz de Reparto.
Hoy está más plena que nunca. Tiene una carrera sólida en la que sigue primando el teatro, y se ha centrado en elegir proyectos de cine que considera le aportarán una reflexión al público y le dejarán el espacio necesario para la vida.
“Siempre le digo a mis estudiantes de actuación que tener voz implica una responsabilidad, pues vas a hablar en alto y te van a escuchar”, asegura la actriz a EL UNIVERSAL
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Se halla en el Hotel María Cristina de la ciudad vasca, en donde charla a profundidad sobre el nuevo filme que protagoniza, El aroma del pasto recién cortado, que presenta en la 72 Edición del Festival de San Sebastián; es dirigido por la argentina Celina Murga y cuenta con la producción ejecutiva del renombrado Martin Scorsese.
Se trata de una historia espejo de dos matrimonios paralelos. Una se enfoca en el hombre, Pablo (Joaquín Ferrel), quien trabaja como profesor y se enamora de una estudiante. La otra, en ella, Natalia (De Tavira), quien también da cátedra y mantiene una relación con un alumno.
La trama, sutil y profunda. habla de las crisis de la mediana edad y los micromachismos instalados en la generación que roza los 50 años.
“Lo que vemos en la película es algo que les pasa a muchas personas y está retratado con una naturalidad que me atrapó en seguida. Después me puse a ver toda la filmografía de Celina, a quien yo no conocía, y tiene varias películas como Ana y los otros, y un documental sobre las escuelas que es una maravilla (Escuela normal)”.
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Viaje introspectivo
La actriz comparte cómo fue el proceso de reencontrar sus motivaciones tras vivir la vorágine mediática que le trajo ROMA. “Ha sido un camino de mucho aprendizaje porque la película tuvo todo ese recorrido, que yo la verdad no vi venir”, acepta.
“Me entregué al proyecto como siempre lo hago y, de pronto, resultó que fue lo que fue. Hubo que hacer toda esa carrera de medios, de festivales y alfombras rojas, y entonces... la caída es fuerte. Lo supe el día que terminamos todo ese viaje en la Ceremonia de los Oscar. Pensé: ‘Esto va a ser difícil para mí, voy a ver cómo aterrizo la caída de esta montaña rusa’”.
Después, recuerda, llegó la pandemia, que consideró una suerte de retiro: “Pero tenía como un peso. Sentía mucha presión cuando me preguntaban si ahora me iría a Hollywood y yo decía: ‘A ver, tengo cuarenta y tantos años, he hecho teatro en México toda mi vida, ¿por qué se supone que ahorita tendría que buscar algo distinto si no lo había buscado antes?’ Y no porque no me parezca fascinante, sino porque yo ya había encontrado lo que amaba”, cuenta.
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Entregada a su vocación
Desde entonces, los meses han sido de búsqueda interior sobre saber en dónde está y a dónde ha querido llegar: ese lugar está en las tablas, en su vocación de profesora de arte dramático y en los proyectos que invitan a transformarse.
“La verdad es que escojo poquitas cosas en cine. Tengo que aprovechar mucho mi tiempo y hacer otras cosas como ser mamá. No puedo pasarme todo el día haciendo algo que para mí no tenga un sentido”, dice.
“Así que escojo proyectos como este, en los que me motiva lo que vamos a hablar. Y a lo mejor no son los más mediáticos o los que van a estar en todas las plataformas, sino el oro molido que tienes que buscar, que hacen su recorrido en festivales y que quizá encuentren salida. No la serie que me va a poner en boca de todos y de todas, sino aquel proyecto en el que siento que tengo algo que decir”.
Considera que el arte tiene que servir para avanzar “hacia mejores lugares”, como le sucedió con el filme de Muga:
“No es secreto que siempre ha habido mucho mayor juicio sobre la sexualidad de las mujeres y que existen estos pactos patriarcales que se ven de manera muy sutil en la película”, reflexiona al respecto.
Marina también tiene una productora de teatro con la que, asegura tajante, busca textos que le muevan.
“También me he dado cuenta de que hay que vivir. Así que lo que intento es buscar el equilibrio, que es muy difícil y un trabajo casi diario. Hay que saber a qué decir sí y a qué decir no, y cómo combinar. Porque cuando lleguemos al punto final nos preguntaremos qué hicimos con nuestra vida, ¿no?”