He de confesar que decidí ver Made in México porque todo mundo se estaba desgarrando las vestiduras y quise saber la razón.

Así que le di click a la serie, diagonal, reality. Yo muy gallita me sentía inmune a cualquier cosa. Y es que después de cinco temporadas de hacer entrevistas y notas de Acapulco shore y Super shore de MTV pensé: ¿qué puede ser peor que eso?

El escozor que me provocó el primer episodio me hizo preguntarme si estaba yo muy mal, pues resulta que un capítulo de Acapulco shore resulta más divertido que uno de los de Made in México.

En el reality de MTV uno se divierte de ver cómo una decena de jóvenes se va a la playa, se la pasa de fiesta y ligue mientras dice barbaridades. Lo que sucede con la producción de Netflix me hace “tener una envidia”. La vida de Shanik Aspe, Columba Díaz, Kitzia Mitre, Liz Woodburn, Carlos Girón, Roby Checa, Pepe Díaz, Hanna Jaff y Chantal Trujillo es para envidiarse.

Porque para los que no nacimos en una cuna de oro, pues sí pensamos en que estaría padre no tener que preocuparse por la renta y que nuestros problemas fueran tan fuertes como enfrentar el alcoholismo de un tío.

Debo reconocer que, por el hecho de que ellos no hayan pasado hambre, no significa que sus problemas sean tragedias. Lo único que me da pena es que ellos no han tenido la fortuna ni el placer de un viaje por el metro, porque ahí uno puede ver la vida pasar, colorida, folclórica y muy divertida. Me pone triste, esa minoría no sabe lo que es la vida de verdad, el lujo, ¿qué?

El negocio ha sido redondo, a través del morbo y la indignación, el servicio de streaming ha hecho que algunos cientos, si no es que miles de personas, ya hayan pasado por los capítulos.

Le haré un favor señor lector, ahórrese el “sentir envidia” de estos “Polanco shore”, que igual también se emborrachan, hacen numeritos y demás bellezas.

Para atascados. Hay que ver Pose de FOX, que estrena hoy a las 19:00 horas.

Twitter: @ieriukatv

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