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Los “abus” de Camila la miran con sorpresa. Tiene dos añitos y ya cuenta del 1 al 10, además sabe de formas y colores, y pide a su manera lo que necesita.
Recuerdan que años atrás, cuando ellos criaron a los papis de la peque, estos eran menos perspicaces. De hecho, dudan que hubieran sabido usar una tablet como lo hace Cami.
A su modo, la chiquilla ha explorado el mundo en gran parte a través de videos de YouTube, algo que contraria a sus padres, pero es tan común como que contribuye a una industria millonaria en el entretenimiento.
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De hecho, el canal Cocomelon que ella consume es el que más recaudación ha tenido en la historia de ese portal, con 282.7 millones de dólares, según CashNetUSA. Una cifra que no debería sorprender a nadie, al ser el segundo con más suscriptores en todo YouTube (158 millones), sólo detrás del sello indio T-Series (240 millones).
“Así como el mundo avanza también lo hace la tecnología. Los niños han cambiado, se ha generado contenido para las nuevas generaciones, con el riesgo que éstas vengan con el chip cambiado”, reconoce Armando Reyes, director creativo de Gou Producciones.
Él ha participado en el concepto de shows infantiles como Los Polinesios, Fede y la Vecibanda y Pica Pica, provenientes del canal de videos. Es testigo de cómo los tiempos han cambiado desde que los pequeños miraban caricaturas en la tele o veían shows con horario fijo, como Chabelo.
Luli Pampín sabe de eso, es una argentina radicada en España que alguna vez fue soldado en el ejército, pero decidió hacer videos infantiles y hoy cuenta con 13.1 millones de suscriptores, siendo una de las más populares de habla hispana.
“Los niños son de los más honestos y difíciles que hay, si no le gusta te lo van a hacer saber. Debes dedicarle mucho al contenido, como al de adultos o más para cautivar e incentivar su imaginación y para que les deje un mensaje de aprendizaje también”, detalla.
Es cierto que la competencia en el rubro de videos infantiles no es sencilla. YouTube asegura a EL UNIVERSAL que tiene reglas muy estrictas en cuanto a la relación de contenidos.
Entre estas, la empresa destaca que debe “fomentarse el pensamiento crítico o debates sobre ideas para explorar el mundo”, además de “la interacción con problemas del mundo real con lecciones vitales y personajes que desarrollen la inteligencia socioemocional”.
Inicio de buenas intenciones
Antes de ser el canal de más recaudación del mundo, Cocomelon fue un concepto creado por Jay Jeon en 2005, un periodista padre de dos hijos que vivía en el sur de California.
Jeon había dirigido algunos comerciales de tv y estaba tratando de enseñarles a sus hijos el abecedario. así que empezó a trabajar con su esposa, autora de libros infantiles, para hacer videos que acompañaran las canciones infantiles que les cantaban a sus hijos.
Así nació lo que con el tiempo sería el pequeño JJ, quien junto con sus padres y sus hermanitos TomTom y YoYo exploran el mundo, desde qué hacer si se lastiman, hasta prestar sus juguetes a otros nenes.
La compañía dejó de ser un negocio familiar, fue adquirida por varias empresas y en 2020 por el gigante británico de los medios digitales Moonbug Entertainment, por 3 mil 300 millones de dólares.
Al siguiente año fue visto en EU un total de 33 mil millones de minutos, según Nielsen, más que las series El juego del calamar y Bridgerton juntas, como reportó le diario The New York Times el año pasado en su artículo “Un show infantil que no deja nada al azar”, que exploró lo que sucede dentro de la compañía, incluida la necesidad de enganchar a los niños para ver videos.
Una guía, no un sustituto
En marzo pasado, Tatiana se convirtió en la primera cantante mexicana en superar las mil millones de reproducciones en YouTube con el tema “No me quiero bañar”, que hoy ha sumado 33 millones de reproducciones más a esa cifra.
La cantante destaca la importancia de regular los contenidos para los niños, más allá de las intenciones de los creadores.
“He visto que niños desde seis años ya traen TikTok y digo: ‘no puede ser, mucha gente entra a hacer muchas cosas, Tik Tok no tiene tantas barreras como Instagram y se pueden escapar muchas fotos, videos, información”, comenta.
Ese es el debate del momento de miles de padres y especialistas, sobre si es bueno o no para los niños consumir videos; el conceso parece ser, más que prohibir, el medir tiempos.
“Existe una tendencia a suponer que las pantallas son malas para los bebés porque los humanos no evolucionaron con ellas... dado que los jóvenes madurarán en un mundo donde las pantallas son omnipresentes, mirar videos podría ayudarlos a prepararse”, aclaró en el artículo de The New York Times, Jordy Kaufman, investigador en la Universidad Tecnológica en Melbourne, Australia.
Si bien crecerán en un mundo digital, el razonamiento de Tatiana coincide con el de distintas investigaciones.
En diciembre pasado, el Journal of Adolescent Health publicó un estudio que siguió a más de 9 mil 200 niños durante dos años.
Los investigadores registraron cuánto tiempo pasaban los niños con los dispositivos y descubrieron que las probabilidades de desarrollar TOC aumentaron en un 11% por cada hora que veían videos, algo que no sucedía con la tv tradicional.
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“YouTube permite de manera única la visualización compulsiva de contenido muy similar. Permite que un niño esté realmente hiperconcentrado, y eso puede derivar en obsesiones y compulsiones”, alertó el autor del estudio, Jason Nagata.
Desde el 2016 la Academia Estadounidense de Pediatría recomendó que los más pequeños no deberían usar medios digitales en absoluto: “Los niños menores de dos años necesitan exploración práctica e interacción social con cuidadores de confianza para desarrollar sus habilidades cognitivas, de lenguaje, motrices y socioemocionales”, apuntó en su estudio “Medios y mentes jóvenes”.
Pese a lo anterior, el estudio aclaró que a partir de lo 15 meses, los infantes pueden interactuar con contenidos siempre que haya supervisión y se midan los tiempos.
(Con información de Sughey Baños)