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Sin duda esta es una boda que ha roto esquemas y para Érika Roa, editora de realeza del suplemento CLASE, es la forma en la que la corona lanza un mensaje de que las viejas estructuras también se pueden cambiar.
Meghan es una mujer con una vida común, de ascendencia afroamericana, divorciada, actriz estadounidense, feminista, mayor que su esposo y ahora, duquesa de Sussex. Algo que hoy se aplaude pero que no fue ni de cerca similar a lo que vivió la princesa Diana en su época.
“Yo creo que la muerte de Diana marcó a la reina (Isabel II tardó cinco días en dar su luto públicamente) y fue determinante para que aceptara el matrimonio entre Harry y Megan. Si Harry fuera el heredero esto no habría pasado pero como es el sexto en la línea de sucesión se lo permitieron. La reina carga con algo de culpa con lo que pasó con Diana, fue muy dura y se le exigió mucho pero no se le ayudó nada. Ahora con Meghan ha hecho cosas que ni siquiera había hecho con la misma Kate”, explicó.
Por ejemplo, dijo, a Meghan se le aceptó más rápido y representó a la corona en actos oficiales sin estar casada. “En la cuestión racial también fue un poco de vamos a abrirnos, a mostrar que hemos cambiado. Decían en un programa que los Windsor hacen lo que sea para mantenerse y esta es la mejor muestra de que así es”, dijo.
Roa aplaudió el gesto de no omitir sus raíces sino exaltarlas durante la ceremonia.
“Está orgullosa de donde viene y lo muestra tal cual. El papel de la mamá de Meghan también muy digno, iba muy bien, elegante, sencilla, con una especie de tocado boina y sus trenzas, mandando este claro mensaje de ‘no queremos ser alguien que no somos’”.