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“Que se te va pasando el tiempo, mujer. Y que la vida se te va. Sólo te pido que te vuelvas de verdad. Y que el silencio se convierta en carnaval”, dice el tema “Carnaval toda la vida” de Los Fabulosos Cadillacs.
La gente es tanta en el Zócalo de la Ciudad de México, que ya parecen pequeñas hormiguitas que bailan no sólo en la plancha, sino en las calles aledañas al lugar. No sólo están cantando ese tema, lo están viviendo.
Nadie quiere saber de silencios en pleno carnaval que ha montado la banda argentina en el corazón de México: todos han sorteado la semana, pero también el sol, luego la lluvia y los apretujones que, incluso, derivaron en golpes, pero no importa, el show lo vale.
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La fiesta llegó primero con los temas “Cadillacs” y “Manuel Santillán el León”, provocando que todos olvidaran el estrés de la llegada, borrando lo empapado del asfalto que se secó paulatinamente con los pasos de ska, cumbia y uno que otro slam que sorteó el paso del tiempo.
Los Fabulosos hicieron su tarea, con un Vicentico caminando de un lado a otro, observando bailar a su fanaticada. Por momentos los señalaba y, en otros, sólo se limitaba a cantar acompañado de su teclado, sintetizando nuevos sonidos que hacían diferentes cada pieza.
Y es que en los ritmos acelerados del ska retornaban los círculos de slam; los empujones y hasta codazos parecían no tener ya importancia, porque la fiesta podía más.
Por momentos, se simulaba que la noche era la primera vez que el grupo se presentaba en México, como si todos los Vive Latino y conciertos nunca hubieran existido, con un público en la plancha desgarrado en gargantas y muchos hasta en prendas para bailar, pese al fresco que provocó la lluvia.
La fraternidad hizo que, ya con unas cervezas encima, entre desconocidos se abrazaran y en momentos álgidos de canciones como “Calaveras y diablitos” y “Los condenaditos”, los vasos volaran.
Siguió el carnaval con “El aguijón”, que prendió con su ritmo, ora tranquilo, ora álgido de ska; y sí, hubo tiempo para el romanticismo entre las parejas asistentes y brincos donde las manos se movían de un lado a otro.
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Sin distinción de edad
Pese a los más de 30 años de trayectoria de la agrupación, hubo público de todas las edades, desde personas mayores de 40 años, hasta jóvenes, niños e incluso perros, que el público cargaba para evitar presionarlos contra la masa humana.
Fue entonces cuando los asistentes se hundieron en un mar de cánticos con “Siguiendo la luna”, pese a que en el cielo las nubes por la lluvia no permitían verla siquiera un poco.
Al final del tema, Vicentico invitó a todos a cantar fuerte en un solo coro: “Tenemos que hacer que este segundo perdure para siempre”, y así respondió su público.
Ahí, en el momento de éxtasis fue cuando llegó con “Carnaval toda la vida”, para seguir con los temas más esperados, los clásicos que pusieron a todos a aplaudir al unísono: “Mal bicho” provocó la locura y baile al ritmo de las congas.
Entonces el grupo tomó una necesaria pausa para pedir unos segundos de silencio, ya que tenían que “convocar todos los espíritus de esta plaza”, y con ello, soltaron el último coro: “Digo no, digo no. Digo nooo”.
Llegó su himno “Matador”, justo cuando las nubes finalmente permitieron que se asomara la luna, y el público comenzaba a retirarse, ora por cansancio, ora porque era una de las canciones que más se esperaban. Pero hubo más: “Vasos vacíos” y almas satisfechas.