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En noviembre de 2019 Ignacio López Tarso tuvo que ser hospitalizado durante 12 días debido a problemas en los pulmones y una hinchazón en los pies. Juan Ignacio declaró al programa de televisión “Ventaneando” que su papá, pese a la hospitalización, se encontraba muy animado. En efecto, se recuperó.
En septiembre de 2019 viajó a Mazatlán y, apoyado de una silla de ruedas, grabó el cortometraje “Buenos días, Ignacio”, de la escritora Leticia Fabián y Alan Jonsson. “Más sabe el diablo por viejo” fue su proyecto previo en cine.
Nunca padeció enfermedades serias pero sí tuvo sus épocas de cigarro y bebida. Cuando esto comenzó a mermar en su salud, lo dejó inmediatamente.
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En abril de 2020, cuando se llevó a cabo esta entrevista con EL UNIVERSAL, López Tarso estrenó su cuenta de Facebook en medio de una de las pandemias que más afectaron a las artes en el mundo. La de Covid-19. ¿La razón? Sus nietos lo convencieron de que podría estar cerca de la gente y hacer teatro por esa vía.
“Nunca me había pasado esto en mi vida profesional. El trabajo del actor es muy eventual porque no estás contratado de por vida con nadie, pero a mí siempre me pasó que cuando estaba trabajando en una obra estaba leyendo otra al mismo tiempo, dos o tres proposiciones más, de manera que siempre al terminar una obra ya tenía otra y otra. Por primera vez en mi carrera tengo seis meses sin hacer absolutamente nada, también es culpa del virus, como lo fue en otra época cuando cerraron teatros, y clausuraron el espectáculo, cerraron cines, teatros y los actores nos quedamos bailando”.
Foto: Marco Antonio Valdez Pérez/EL UNIVERSAL
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Pensó que no volvería a caminar
Cuando López Tarso tenía 17 años y no intuía el rumbo de su vida, abandonó el seminario por falta de fe. A los 18 hizo el servicio militar (en 1943) y terminando se fue de bracero a California, por ahí de 1945. En esa época el teatro dejó de figurar para él, y en el mundo, terminaba la Segunda Guerra Mundial.
Poco después de llegar a EU tuvo un terrible accidente. Se cayó de un árbol de naranjas y se golpeó la espalda con las cajas, rompiéndose tres vértebras. Recibió la mínima atención médica y lo mandaron a México con un corsé, convaleciente. Al llegar aquí, su padre buscó ayuda médica y tuvo que pasar ocho meses en una cama de tabla para poder ser operado. Después de eso, pasó otros cuatro meses acostado para volver a caminar, algo que llegó a pensar que no ocurriría.
En su condición, recurrió a la música y a los libros, comenzó a leer no el teatro, sino la poesía de Xavier Villaurrutia. En cuanto pudo caminar y estuvo recuperado, en 1948, leyó en el periódico sobre la Escuela Teatro de Bellas Artes. Entre los maestros aparecía Villaurrutia, por lo que fue a buscarlo para que le firmara el libro con sus obras completas que él había leído en su convalecencia.
“Villaurrutia, sobre todo, era un gran poeta, y es así como yo lo admiro más. Fue un muy buen maestro mío pero se lo dije: maestro, usted más que escritor de teatro, más que maestro y conocedor de teatro, usted es un gran, pero gran poeta, al que admiro muchísimo. Y a eso iba yo, a pedirle un autógrafo porque me había gustado mucho su poesía. Yo no le hablé de sus obras de teatro ni nada. Él fue el que me habló de teatro y me dijo “quédate a mi clase, ven de 5 a 9”. Era en el tercer piso de Bellas Artes y empecé a llegar allí todos los días a escondidas, todavía ni siquiera era alumno de la escuela de teatro. El maestro me apoyó, me presentó con los demás maestros, con Novo, con Clementina Otero. Eso fue muy valioso, mi amistad con el maestro Villaurrita. Todavía tengo el libro que le llevé a firmar, me dijo ‘déjalo allí, yo te lo firmo después’, y hasta ahorita estoy esperando que me lo firme algún día”, dijo a este medio en 2020, durante una de las pandemias que más afectaron el arte en México y el mundo.
Foto: Marco Antonio Valdez Pérez/EL UNIVERSAL
Sus papeles más importantes
Para él, sus papeles más importantes y amados en el teatro fueron en las obras Macbeth, Moctezuma II, Edipo Rey y El Teseo, de Hipólito.
En el libro “Hablemos de Teatro”, escrito con su hija Susana López Aranda, López Tarso contó que cuando comenzó a hacer teatro en el seminario casi nunca le daban los papeles que deseaba, pero su suerte cambió cuando a los 29 años le ofrecieron su primer gran protagónico: Macbeth, en Bellas Artes, junto a Isabela Corona.
“Fueron sorpresas maravillosas que me dio el teatro desde un principio de mi carrera”, platicó a EL UNIVERSAL, y agregó.
“La maldición se convirtió en todo lo contrario, fueron sorpresas maravillosas cuando, por ejemplo, Novo me propuso en 1949 hacer en Bellas Artes mi primer obra Griega, “Hipólito” de Eurípides, con una gran actriz que se suicidó, discípula de Seki Sano, María Douglas.
Hice mi primer griego dirigido por Salvador Novo. Luego hice mi primer Shakespeare también, dirigido por Celestino Gorostiza en el escenario de Bellas Artes, eso fue lo maravilloso de mi carrera, que el escenario al que yo iba cuando era alumno de la escuela de Teatro de Bellas Artes fue en el que hice esas obras”. Aunque fue su primer protagónico, no fue esa la primera vez que se plantó sobre el escenario de Bella Artes.
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