En los dos últimos años se han multiplicado en España los problemas con los límites de la libertad de expresión en productos culturales y se han registrado numerosas condenas contra artistas por el contenido de sus obras.

Esta dureza ha generado gran alarma entre especialistas en derechos humanos dentro del país y la Unión Europea. Los juristas consideran que el exceso de rigor responde a la combinación de cambios legales, la desorientación generada por internet, y la dureza de la fiscalía y los jueces más conservadores.

La ley española es muy restrictiva con las amenazas y la defensa del terrorismo desde la época más sangrienta de ETA. El delito de enaltecimiento del terrorismo se endureció en 2002 para evitar que los terroristas que salían de prisión ofendiesen a sus víctimas, pero esta figura legal ha dado lugar a interpretaciones judiciales cada vez más restrictivas.

Esto se añade a recientes cambios legales para combatir el odio contra las minorías que también permiten interpretaciones muy severas. Estas leyes han dado lugar a numerosas intervenciones policiales contra autores de chistes u obras artísticas que atacan a la religión.

El caso más fuerte es el de Valtonyc, un hiphopero de 24 años que desde hace dos meses permanece huido en Bélgica después de que los juzgados españoles lo condenaran a tres años y medio de cárcel por amenazar al rey y varios políticos en canciones publicadas en Internet en 2012. Bélgica ya ha anunciado que no lo extraditará a España.

El joven se amparó en su derecho a la libertad de expresión y la creación artística, argumentando en que “el lenguaje de la música rap es extremo, provocador, alegórico y simbólico”. El auto judicial español, sin embargo, determinó que “los referidos contenidos no quedan amparados por la libertad de expresión o difusión de opiniones invocada por el acusado y su defensa”.

Otro famoso cantante de hip hop, César Strawberry, fue condenado en 2017 a un año de cárcel por sus bromas violentas en Internet, lo que provocó una denuncia internacional de la ONG Amnistía Internacional. A principios de este año, el cantante de una banda punk también tuvo que pagar 370 euros por gritar en un concierto “¡mucha policía, poca diversión!”.

En febrero, una obra del artista Santiago Sierra fue retirada de la feria de arte contemporáneo de Madrid ARCO por presentar a presos catalanes como “presos políticos”. Se trata de un mural con 30 retratos pixelados de personas que Sierra considera que fueron encarceladas por sus ideas. Su intención era denunciar el rigor creciente de las leyes españolas, pero la organización de ARCO le pidió que la retirase, causando un profundo malestar en el mundo del arte. El intento de censura fue contraproducente: la obra se vendió por encima de los 80 mil euros en que estaba tasada y se expone en un museo catalán.

En el diario El País, Sierra declaró: “Es muy delirante todo esto, pero parece perfectamente normal. Ya nadie se espanta. La persecución por motivos de conciencia está normalizada”.

La publicación satírica El Jueves también vio sus ejemplares secuestrados en 2007 por hacer una broma sexual sobre el Rey.

Las restricciones a la libertad de expresión también han generado debate en Francia, un país tradicionalmente muy permisivo con la creación artística. Desde 2014, la lucha contra el terrorismo ha llevado a endurecer la legislación para evitar las expresiones de ocio o el apoyo a la violencia.

El caso más señero ha sido el del cómico Dieudonné , condenado en numerosas ocasiones por chistes antisemitas. Inventor de un saludo parecido al nazi, llamado “la quenelle” y que es muy popular entre los jóvenes de los suburbios franceses, el cómico a menudo tiene problemas con las autoridades por su humor provocativo, que incluye la defensa de los yihadistas que protagonizaron la matanza de la revista Charlie Hebdo en 2015. Este mes ha tenido que anular o cambiar de ubicación varios espectáculos de su nueva gira, La emancipación, porque los ayuntamientos de las ciudades en los que tenía pensado actuar le han negado el permiso.

El cómico Haroun , especializado en comedia de stand up con un enfoque muy negro, denunció también el año pasado que uno de sus espectáculos fue censurado en la televisión pública, eliminando de la emisión los chistes más polémicos, sobre el racismo político o el SIDA en África.

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