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Madrid.— Más allá de especulaciones, es cierto que Letizia parece haber asumido lo delicado de su posición luego de haber impedido que Sofía se tomara la foto con sus hijas.
Su amiga Imma Aguilar, periodista como la reina (quien llegó a ser conductora de noticiero), declaró el miércoles que Letizia se sentía “preocupada y bastante desolada, ya que está muy comprometida con el cuidado de su imagen y la de sus hijas”.
Así lo demuestran las fotografías publicadas ayer, en las que aparece una Letizia totalmente distinta: amable con Sofía hasta el límite de abrirle la puerta del automóvil y compartiendo sonrisas durante una visita al Rey Juan Carlos en un hospital donde fue operado para sustituir la prótesis de rodilla.
Sin embargo, el incidente de estorbar las fotos no es la primera controversia en torno al carácter impulsivo de Letizia. Ya en su fiesta de compromiso en 2003 impactó la forma en que hizo callar a Felipe, por entonces príncipe de Asturias. “Déjame terminar”, le pidió Letizia ante la prensa.
El gesto encajó con su propósito de mostrarse como una mujer independiente, que no se deja avasallar por el protocolo de la Casa Real.
El problema de Letizia es que sus intervenciones no suelen ser percibidas como una muestra de modernidad sino de un carácter altivo.
Antiguos asistentes de Ortiz se quejaron esta semana al diario El Confidencial de las dificultades de la reina para modular su personaje social:
“Tan pronto te pide que le cuentes tu situación familiar como te reprocha un comportamiento y lo liga a una situación personal. No sabe bien dónde está el límite, quiere ser cercana como plebeya que es de cuna, y a veces actúa de manera despótica”.
Marie-Chantal Miller, esposa de Pablo de Grecia, sobrino de la reina Sofía, fue la primera componente de la realeza en comentar el roce entre Letizia y Sofía, revelando la mala percepción que tienen algunos familiares de Felipe VI sobre su esposa.
“Ha mostrado su verdadera cara”, dijo en Twitter. A ella se le añadió la infanta Margarita, hermana del rey Juan Carlos, que el jueves aseguró a la prensa que el comportamiento de Letizia le había parecido “muy mal”.
Los cronistas de la Casa Real aseguran que la relación entre suegra y nuera están deterioradas desde hace años, a pesar de que la reina emérita fuera la defensora de Letizia cuando se anunció su noviazgo con Felipe.
El rey Juan Carlos se opuso a la relación, pero Sofía apoyó a su hijo, y Letizia llegó a citarla como su “ejemplo impagable”.
Sin embargo, tras llegar al trono en 2014, Letizia impuso su estilo, deshaciéndose de muchas de las aportaciones de Sofía, y rechazó tanto su actitud de situarse en segundo plano tras el rey, como ciertas etiquetas vestimentarias o la costumbre de pasar el verano con la famila Borbón.
La estricta educación que reciben las dos hijas de la pareja real (vegana, con horarios inviolables y muy intelectual) también ha causado roces. Unas declaraciones en un libro de la periodista Pilar Urbano en las que Sofía aseguraba que la princesa Leonor instruía al resto de niños sobre los beneficios de no comer antioxidantes fue un supuesto motivo de roces con su nuera. Es público que Sofía tienen limitadas las visitas a sus nietas, mientras que la madre de Letizia, Paloma Rocasolano, las cuida en ausencia de sus padres.
Otras fuentes insisten en que el episodio de la misa en Mallorca, más que a un problema de convivencia, responde a ciertos aspectos del carácter de la reina. Francina Bou, psicóloga del Gabinete de Estudios Comportamentales, asegura que la necesidad de control en personalidades como la de Letizia juega malas pasadas que no tienen por qué traer más consecuencias.