En la ficción, dos examantes que exponen de forma cruda y desnuda cómo escuece una ruptura; en la realidad, dos figuras de la música de mundos aparentemente antagónicos que, juntos, forjan una de las canciones más bellas de 2020, "Exile" , el fruto de la unión/desunión entre Taylor Swift y Bon Iver .

La canción lanzada como segundo sencillo de "Folklore" (Universal, 2020), el que es "de facto" el cuarto corte del último álbum de la estadounidense, encarna muchas de las cualidades que han hecho de este un trabajo no solo inesperado, sino también sorprendente en su resultado.

El octavo disco de estudio de Swift se forjó casi como un "yo me lo guiso, yo me lo como" durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19 y, frente a la producción colorista de sus anteriores entregas, refleja en su espíritu esa necesaria sobriedad y actitud contemplativa.

Ello llevó a hablar de "Folklore" como un cambio de estilo, no exactamente el que le da título, sino más bien una suerte de pop alternativo o de "arty folk" , como se ha llegado a decir, en comparación con otras artistas como Regina Spektor .

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Este giro no habría sido posible o recibido de la misma manera si antes no hubiese existido "Lover" (2019), un éxito internacional de ventas mucho más apegado a su habitual toque que, a su vez, la exoneraba del intento fallido por ofrecer una imagen mucho más oscura y lacerante en su predecesor, "Reputation" (2017).

"Folklore" no ha dejado de ser un enorme éxito: actual número 1 en ventas en EU, con 2 millones de copias despachadas y 500 millones de reproducciones solo en su primera semana.

Uno de los puentes mejor trenzados entre el viejo mundo de Swift y este nuevo ámbito de resonancias oníricas se encuentra en "Exile" . Allí se produce el encuentro de talentos con una de las grandes estrellas del panorama "indie", pero "indie" al fin y al cabo, el músico Justin Vernon , más conocido como Bon Iver.

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La forma en la que sus voces se unen y se armonizan de una manera orgánica es uno de los grandes hallazgos del corte, en el que establecen más que una conversación, un intercambio de reproches del que ninguno sale vencedor y en el que muchos otros pueden reconocerse.

"Puedo verte ahí de pie, cariño / con sus brazos alrededor de tu cuerpo / Riendo, pero la broma no tiene ninguna gracia / Y solo necesitaste cinco minutos / para darnos boleto y dejarme / allí en el salón aguantando todo este amor", canta él.

La respuesta de la otra parte no se hace esperar: "Puedo verte ahí observando, cariño / Como si él fuera tu suplente / Como si tuvieras los nudillos ensangrentados por mí / Segunda, tercera y cientos de oportunidades / Balanceándote sobre ramas quebradizas / Esos ojos añaden insulto a la herida".

No hay azúcar en las letras ni tampoco en los ingredientes instrumentales. Más allá de sus voces, un piano vehícula toda la estructura, con una tenue percusión y aún más leves arreglos de cuerdas para redondear la combinación, que resulta sencilla pero estremecedora.

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Escrita junto a William Bowery y Justin Vernon, Swift no ha impreso esta vez en sus letras esos habituales guiños a su propia vida que convierten cada canción en un ajuste de cuentas personal, lo que permite elevar su contenido a una dimensión más universal.

Y lo hace en estos momentos de forzosas distancias de seguridad que obligan a una actitud más contemplativa, pero mientras sus protagonistas reflejan una atracción imposible de cruzar y que aún duele.

"Creo que he visto esta película antes / Y no me gustó el final / Ya no eres mi patria / Entonces, ¿qué estoy defendiendo ahora? / Eras mi ciudad, ahora estoy en el exilio, viéndote desde fuera", cantan en la parte central de este tema sobre una ruptura que ha logrado, paradójicamente, unir dos mundos aparentemente antitéticos y emocionar al mundo en este verano extraño.

nrv

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