Desde los inicios de la monarquía británica, existen muchas normas en torno a comportamientos y códigos de conducta de la familia real. Ya sea en eventos o protocolos más formales, el círculo cercano al monarca, en este caso el rey Carlos III , se debe regir por reglas y la Navidad no se queda fuera de este orden.
Antes de fallecer en septiembre, la reina Isabel II tenía en su haber un cúmulo de 120 países visitados e innumerables visitas formales dentro de Reino Unido. En cada una de sus apariciones públicas, la monarca solía recibir obsequios de parte de los ciudadanos, ya sea de su país o de otros a los que llegaba siempre con cortesía, saludando y con una sonrisa.
Parte de esos obsequios que suelen darle a cualquier monarca, van dirigidos a otros miembros de la familia real. Y es allí donde recae una de las reglas más estrictas del protocolo: por muy bello que sea el gesto de regalarle un objeto a alguno de los integrantes de la casa real, este pasa a ser inmediatamente propiedad del rey o la reina.
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Al tener posesión de cualquier regalo dirigido a la familia real, solo el monarca puede decidir qué hacer con él. De hecho existen siete páginas dedicadas a este protocolo en el manual de reglas y normas de la casa real. Los principales puntos que aborda son: qué se puede aceptar, cómo se deben registrar, qué se debe rechazar y qué se debe devolver.
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Es por esta regla que todo lo que se le entregue al rey Carlos III y que tenga como destinatario a sus nietos, los hijos del príncipe William y Kate Middleton, pertenece automáticamente a él. No es propiedad de los pequeños, a menos que cada uno de ellos acceda al trono y de esta manera se transfiera el título de posesión.
George, Charlotte y Louis junto a la reina Isabel II, Kate Middleton y el príncipe William. Fuente: Instagram @elteconlarealeza
Esto quiere decir que todos los juguetes, libros o dulces que se les envíe a los príncipes George, Charlotte y Louis, y todos los que ya se enviaron en cada uno de sus nacimientos, son pura y exclusivamente de pertenencia del rey Carlos III. Sin embargo, lo positivo del estricto protocolo es que las normas no se aplican para los obsequios que se intercambien entre los miembros de la familia real.