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Venecia.— Según su director Joshua Gil “hay dos formas de entrar a la historia de Sanctorum y tiene que ver con una situación que estuve investigando hace muchos años respecto a la criminalización del campo mexicano y otra muy particular en cuanto a decidir cómo contar estos hechos”, explicó el director a EL UNIVERSAL en la terraza Club 76 del Lido veneciano.

Una característica del filme es que, pese a tratar un tema tan espinoso como el cultivo de estupefacientes, se aleja de la violencia.

“Era importante hacer una propuesta diferente porque ya ha habido compañeros que han tratado este tema con mucha violencia y yo no quería hacer algo tan gráfico sino crear algo más en el sentido de una poesía política, un acercamiento metafísico”, explicó el cineasta.

Agregó que tardó tres años en preparar este filme de bellísimas imágenes, hablado en mixe y rodado en gran parte en Oaxaca.

“Cuando empecé a investigar el tema me di cuenta de que existe una criminalización del campo porque en los campesinos, con la competencia de los precios de los transgénicos, surge la necesidad de sembrar estupefacientes”.

Está comprobado —agrega Gil— que están trabajando los niños y las mujeres, porque los hombres ya se pasaron a las fuerzas armadas o ya emigraron o ya los mataron.

“De ahí viene la idea de contar la historia de cómo estas personas ven su posibilidad de subsistir”, dijo.

Abundo que uno de los objetivos de la película es que la criminalización del campo regrese a la agenda nacional y que la gente que está fuera de México entienda lo que sufren los campesinos, más allá de las historias que se ven en cine”.

La película está interpretada por no actores y tendrá su premier mexicana en el Festival Internacional de Cine de Morelia, en donde estará en Competencia Oficial.

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