Jorge Fons podía verse a sí mismo en otros personajes, unos que hubieran tomado otro camino distinto al suyo.
Se planteaba, por ejemplo, cómo hubiese sido su vida de no haber tomado la decisión, en su adolescencia, de salir de su natal Tuxpan, Veracruz, para mudarse a Tehuacán, Puebla.
Pero ese otro Fons, reconoció a este diario en 2011, seguramente coincidiría en una cosa: se manifestaría contra las injusticias con arte. “En provincia es más difícil dedicarse al cine, es un medio que conlleva muchas dificultades, por sus costos, por ser un arte colectivo.
“A lo mejor sería pescador, a lo mejor tendría una vida más tranquila, sería un luchador social, o quizás un escritor o un pintor”, reflexionó.
El Fons que sí tuvo México murió la noche del miércoles a los 83 años por complicaciones cardiacas. Su familia dice haberlo despedido en paz, resignado y con decisión de aceptar el final de su vida.
Por la tarde, en una capilla ubicada en el Pedregal de San Ángel, se le despidió de forma íntima, con familiares y personas cercanas. Rodeado de arreglos florales de instituciones culturales, algunas de las cuales ya se acercaron a sus allegados para proponerles un homenaje que podría realizarse en los Estudios Churubusco.
La actriz María Rojo fue una de sus musas, trabajó con él en cuatro proyectos: Los cachorros (1973), Rojo amanecer (1989), El callejón de los milagros (1995) y El atentado (2010). De aquellas experiencias recuerda la bondad del creador y algunas anécdotas que incluso le aportaron a la actriz en su vida diaria.
“Me enseñó a hacer la sopa de fideo y me enseñó a tejer y bailaba muy bonito y dibujaba, era una maravilla, yo no creo que haya una persona en todo el cine mexicano que pueda hablar mal de Fons”, dijo la actriz a EL UNIVERSAL.
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El legado más importante de Fons, coinciden allegados, es que creía en la gente.
En 2015, reflexionó con este medio sobre la piratería, la cual consideraba necesaria: “Es una posibilidad de que la gente vea cine, no sólo los pobres. Mis películas las tengo en pirata”.
Como un defensor del otro; apostaba tanto al cine como al melodrama, que consideraba “infinito y democrático”. Y con ese empeño creía en las juventudes: “Aunque nuestra sociedad esté desesperanzada para los jóvenes, lo mejor es que tengan un sueño”.
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