Muchos en el Hell and Heaven vienen a brincar, tomar y gozar de las bandas que no cancelaron, pero no todos están en la fiesta, otros viven un verdadero infierno.

Así le pasa a la señora Gabriela, una de las personas encargadas de la seguridad y que desde las 11:30 horas llegó, sin saber de qué se trataba el evento.

Sin dormir, porque tuvo un jaripeo que cuidar y del que salió a las 5:00 horas, prefirió llegar directo.

Mientras la banda brasileña, Max & Iggor tocaba, ella con sólo un chaleco luminoso verde y vestida de negro se mantenía de pie cuidando una de las zonas de comida, en donde se podían ver los dos escenarios principales.

La historia de Gaby no es diferente a las de muchas mujeres; deja a sus hijos, de 10 y ocho años, encargados con su abuelo para llevar 500 pesos a casa, pago por una jornada completa.

Lo peor de todo es que se tendrá que quedar hasta mañana, para el segundo día, del décimo aniversario del festival metalero, porque es otro dinero más.

“Nos piden que traigamos nuestras tiendas de campaña, así que ni modo, hay que quedarse”.

Gaby, como todos sus compañeros, no llevan al menos un cubrebocas, para cuidarse de cualquier contagio y es que en su empresa no les avisaron de las medidas de seguridad.

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