Gustavo Santaolalla padeció la opresión: tras haber sido encarcelado varias veces, tuvo que salir de su país natal Argentina. El año es imborrable, 1978, en plena dictadura militar, “esa década que fue la más cruenta, desaparecieron 30 mil personas”, recuerda. El compositor dejó la patria, con 11 años de carrera y un grupo, Arco Iris, pero no la esperanza, sentimiento acompañó a su obra desde el autoexilio.
“Todos fuimos víctimas de lo mismo, puedes hablar con cualquier músico de mi generación y todos te van a contar la misma historia, como que ponían los camiones a las salidas de los conciertos y metían a toda la gente, metían a todo mundo preso, cosas horribles, espantosas”, recuerda en entrevista con EL UNIVERSAL.
Tras más de cinco décadas de trayectoria, el dos veces ganador del premio Oscar (productor de Caifanes, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Jorge Drexler y muchos más) reflexiona sobre su vida. Movido por la pandemia y el aislamiento, decide hacer una retrospectiva de esas heridas.
“Me fui de la Argentina, medio escapándome, porque ya no soportaba más. Entre los 16 años y, cuando me fui, que tendría unos 25, estuve preso tantas veces, no más de tres días porque no tenía nada, pero te llevaban por averiguación de antecedentes y, bueno, yo ni pertenecía a ningún partido político, no consumía ninguna sustancia, pero igual te hacían la vida imposible por el pelo largo y tocar rock”.
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El cantante empezó de cero en Los Ángeles. Ahí encontró un rock menos contestatario, más artificioso, cooptado por los grandes sellos discográficos y la mercadotecnia.
“Fue una realidad musical muy deprimente, el rock, que era la música que me movilizaba, estaba totalmente ‘corporizada’, y las bandas que estaban de moda eran como las de Kansas, Boston, cosas que musicalmente no me gustaban para nada y que aparte respondían a esta realidad de grupos de rock multimillonarios, consumiendo cocaína, una cosa totalmente aburguesada”.
Como un milagro inesperado, la escena del rock da un giro y bandas como Los Ramones, Sex Pistols generan un revuelo y un nuevo movimiento.
Santaolalla vivió dos años en Estados Unidos, sus recuerdos están marcados por temores: tuve pesadillas con la policía, era imposible... y luego, los desaparecidos: casi todos o todos en Argentina tienen un familiar o conocido desaparecido”, lamenta.
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La reconciliación que tuvo con el rock provocó el cambio que necesitaba para regresar a su amada Argentina. Grabó un disco y eso fue posible porque el régimen no consideraba como rock la música que él hacía. De acuerdo con el productor, con su banda Arco Iris, trabajaba en la fusión del folclor argentino y latinoamericano, algo que para muchos no era rock, porque no concebían la idea de juntar la una chacarilla con una guitarra eléctrica.
“Habiendo un gobierno militar tenías que mandar las cosas para que fueran aprobadas por un comité”, detalla.
“Tenía que mandar la música y las letras y yo sabía que había cosas en las letras que no iban a pasar pero sabía también que no iban a escuchar la música, porque a los tipos les daba igual, lo que verían serían las letras y saqué las partes que sabía que no iban a aprobar y les mandé esas partes y la música entera, la música no la escucharon, y las letras las aprobaron y así pude hacer un disco”, confiesa.
Ese material, llamado Santaolalla, es el que ha decidido desempolvar en una reedición que puede ser escuchada en las plataformas digitales. Un trabajo que, enfatiza, le provoca emociones enrevesadas porque lleva ese sentimiento de todo lo que atravesó durante la represión que se vivía no sólo él, sino todo un país en la década de los 70 y 80.
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“El rock, sin ser un partido político ni nada, fue muy combatido, es por eso que a las autoridades fascistas nunca les hemos caído bien, porque de alguna manera con nuestra actitud de la libertad y de otros valores que tienen que ver con muchas cosas que los políticos no entienden o no quieren entender, se vuelve político, como pasa en toda la vida, en la sociedad, sin proponérselo lo es, y la música cumple un papel importante en todo eso. El rock tiene esa energía brutal, por eso produce lo que produce”, enfatiza.
“En el año de 1978, en plena dictadura militar, me fui de la Argentina, medio escapándome y porque ya no soportaba más”, Gustavo Santaolalla, productor.