Fiona Palomo tenía siete años cuando jugaba a ser el capitán Jack Sparrow, de la saga "Piratas del Caribe"; se ponía un traje alusivo que tenía en casa y hasta bigote.
Si dicen que infancia es destino, el de la actriz era Estados Unidos. Ahora mismo la joven que se dio a conocer con la película "¡Qué despadre!", se encuentra filmando la serie norteamericana "Outer Banks", donde un grupo de jóvenes están detrás de un tesoro en la playa.
En la producción para Netflix comparte escenario con Chasen Stokes, Madelyn Cline, Madison Bailey y Rudy Pankow.
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“La serie es como de misterio y aventura, con un tesoro en un lugar de Carolina del Norte, es divertida. Mi personaje es mexicano y eso está padre. Hice casting y de pronto me dijeron que me quedaba y ahí estoy”, dice Fiona.
A sus 25 años, la actriz es uno de los nuevos rostros mexicanos que andan circulando por el mundo.
Apenas, en diciembre pasado, se le vio en pantalla con Camino a Belén, cinta navideña donde interpretó a María, bajo la dirección de Adam Anders, escritor de las series "Glee" y "High School Musical".
En México, la hija del actor Eduardo Palomo y la cantante Carina Ricco también se encuentra labrando camino.
Luego de "¡Qué despadre!", su debut cinematográfico, fue reclutada para la serie "Control Z" y el largometraje "Nada que ver".
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El próximo jueves se estrena "El rommie", comedia donde comparte créditos con José Eduardo Derbez y tiene en cartelera "El actor", un drama que habla de los abusos en el medio del entretenimiento, aunque aún no tiene fecha de salida.
El rommie, que llega a salas mexicanas este jueves, será su próxima presencia en cines.
“El personaje es una chica escritora que creció con su abuela y quien en algún momento fallece, por lo que se queda sola. Como no encaja en su generación (de edad) y tiene la presión de pagar por su departamento y eso, tiene que buscar un rommie. Es cuando entra el personaje de Derbez y pasan varias cosas”, cuenta.
La historia, dirigida por Pitipol Ibarra, requirió que los actores aprendieran lenguaje de señas, pues les acompaña Irvin López, un joven que no oye ni habla.
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“Aprendí un poco para platicar con él en el set. José Eduardo fue más. Algo que me gusta de contar historias es que podamos contribuir a crear conciencias y atención hacia algo, aunque sea en comedia”, considera.
“Lo que ha sido bonito es ir forjando un camino sin que muchos sepan quiénes son mis papás. A veces, a mitad de un rodaje, alguien llega y dice: ‘ya sé quién eres, te conocí chiquitita’. Es bonito ir ganando peso propio”, destaca.