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“No queremos que nos toleren, queremos que nos respeten, nada más”, son las palabras de Adela Micha, Susana Zabaleta y Rebecca de Alba, quienes más que ser mujeres empoderadas, son “mujeres chingonas” porque, coinciden, a pesar de los obstáculos y los vetos que les han impuesto por decir lo que piensan, siguen de pie mostrando su fortaleza más que nunca.
“Ha habido muchos impedimentos, yo siempre les digo: si ya saben cómo soy, pa’ qué me invitan, no me hagan hablar de otra forma, no puedo no decir lo que pienso, no puedo no hablar con mi verdad, uno habla siendo honesta desde tu punto de vista”, dice Susana Zabaleta en entrevista con EL UNIVERSAL.
A pesar de las dificultades, de los días malos en el trabajo, del estrés, de las ganas de llorar, de sentirse derrotada, Zabaleta afirma que siempre han mantenido la cabeza en alto por lo más importante de su vida: su familia.
“Sobre todo, con tus seres queridos, cuando llegas de tu trabajo y te trataron de una forma, te denigraron, tienes que llegar a tu casa bien como si no hubiera pasado nada, tus hijos te ven y ellos quieren una mamá contenta y alegre que sienta, pero eso es lo que hacemos las mamás y las mujeres, que un hogar funcione en todo su esplendor”.
Las tres son mujeres líderes de opinión. Con cinco décadas de vida, afirman que han aprendido a convertir los golpes que da la vida en fortalezas y en enseñanzas para seguir adelante y mejorar, y ese mensaje es lo que quieren ahora transmitir a todas las personas que acuden a sus conferencias Los mandamientos de una mujer chingona.
Ahora consideran que es momento de compartir 50 años de historias. Si a ellas les hubieran acercado en su juventud ese tipo de historias, dicen, hubieran disfrutado más la vida.
“Eso surgió entre todas; queríamos hacer algo para hablar de nosotras, de la mujer, de la fuerza para inspirar a mujeres de nuestra edad que se sienten deprimidas, que no caben en la sociedad, y hablar de nuestras vidas y saber cómo llegamos a donde estamos, cómo nos sentimos, eso lo queremos mostrar, queremos ser inspiradoras”, comenta Susana Zabaleta.
Ellas mismas han encontrado esa inspiración y admiración en otras mujeres que hoy son lo más importante en su vida: sus mamás y sus hijas.
“Yo vengo de una mujer chingona, porque el simple hecho de que mi mamá era la mayor, cuidando a los hermanos chicos y después casarse contra la voluntad de toda su familia, tener cinco hijos, ser abandonada por el marido, tener dos trabajos y hacerse cargo de los cinco y luego perder a una hija, bueno, ha sorteado una cantidad de pérdidas y de cosas”, recuerda Rebecca.
Para Adela y Susana ahora también son sus hijas las mujeres a las que más admiran.
“Nuestros hijos se convierten en nuestros maestros; en un momento tu hija llega y te dice una cosa que jamás me hubiera pensado y ésta me lo dio a la primera que le pregunté; de repente uno es el maestro, les das lo que sabes, las empoderas y, de repente, te lo regresan en una frase que dices: ‘gracias, lo he hecho bien’. Mi hija me dice: yo me la paso bien hasta cuando me la paso mal”, relata Susana.