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Como cineasta, Arturo Ripstein sabe que la realidad muchas veces supera la ficción y aunque ha pasado ya tres noches fuera de su hogar por el reciente sismo que se registró en la Ciudad de México, dice que “en estos momentos tan críticos lo mejor es tener calma, paciencia y una sonrisita en el rostro aunque cueste trabajo”.
El edificio, que habita desde hace 37 años, lo comparte con su esposa, la guionista Paz Alicia Garciadiego, y se ubica en la calle de Amsterdam casi esquina con Michoacán, donde otras edificaciones se vieron afectadas.
Al parecer no es el caso del edificio del director de películas como El castillo de la pureza y La calle de la amargura, su más reciente producción, sin embargo, autoridades de protección civil han cercado toda la calle para evitar poner en riesgo a los vecinos de esta área perteneciente a la colonia Hipódromo Condesa.
Tranquilo, sin temor a pasar otra noche sin el cobijo de su hogar, Ripstein compartió:
“Recuerdo haber estado en este mismo lugar, en este mismo departamento, en el terremoto de 1985, y me acuerdo también de la desesperación y la angustia en los días posteriores pero poco a poco se fue nivelando y llegando a su grado de serenidad”.
Así se mira uno de los hombres que con su cine ha puesto en alto el nombre de México en el extranjero y es que a sus 73 años de edad ya no le teme a nada y sólo espera a que ingenieros de Protección Civil den su veredicto.
“Lo que hay que tener es un poco de calma e irse dejando llevar por las autorizaciones que den los encargados”, dijo en entrevista con Notimex.
Sentado en un pequeño poste que delimita la banqueta del paso vehicular, Arturo Ripstein mira a su alrededor, donde se vive un ambiente apocalíptico: gente corriendo de un lado al otro, camiones repletos de cascajo, personas bajo los rayos del sol en espera de alguna notificación por parte de las autoridades.
“Esto se va a resolver, se va a arreglar y nos vamos a acordar como un momento terrible, pero insistió hay que tener calma, paciencia y una dosis de optimismo”, expresó visiblemente tranquilo.
Sin embargo, reconoce que aún se vive en incertidumbre y cada que un camión con cascajo cimbra el asfalto uno que otro pega de brincos. “Estamos en estado de shock todos quienes lo padecimos en un edificio alto (...) el temblor fue uno de los momentos más terribles que he vivido. No tiene paralelo alguno y aunque este sismo fue más breve que el de 1985, fue más atroz”.
Aún así comentó que no se mudará a ningún otro lado. “Si me dejan entrar aquí a mi casa, me quedo. Llevo 37 años viviendo aquí y no tengo ganas de mudarme y tampoco tengo ganas de que se me caiga encima, pero si el peritaje me lo permite regresaré muy contento a mi casa”.