Que apareciera su nombre completo en la marquesina de un cabaret era lo mejor que le podía pasar a una vedette a finales del siglo pasado, porque significaba que era una estrella; el glamour y la belleza cubrían el sinuoso camino por el que atravesó para hacer valer ese nombre.
Fue el caso de Lyn May, cuyo nombre real es Liliana Mendiola, quien tuvo una vida de dificultades, empezando porque fue víctima de abuso sexual a los 13 años por un hombre mayor que la engañó para llevarla a la Ciudad de México a pasear.
Al quedar embarazada de esa persona, fue obligada a casarse con él, de quien tuvo, un par de años después, otra hija.
“Yo pensaba que el bebé iba a salir por la boca, era tanta mi ignorancia, a los 14 años qué vas a saber; ahora sí hay chicas de 14 y de 13 que ya saben”, dijo.
También lee: Lyn May agradece a Dios que Wanda Seux ya esté descansando
Como la originaria del estado de Guerrero, varias bailarinas atravesaron lo mismo, como Wanda Seux, quien también afirmó públicamente que sufrió abuso de parte de su padrastro, cuando era niña.
La vida no les fue fácil, pero se armaron de coraje y se convirtieron en mujeres empoderadas, término que no existía.
“Una vedette debía tener ciertas características,como la belleza; cantaba, bailaba, actuaba, era una artista completa, probablemente no era la mejor, pero era imprescindible que tuviera una formación con gran disciplina”, comentó el periodista y escritor José Luis Martínez.
En el caso de Lyn, a los 16 días de nacida su segunda hija, decidió dejar a su “esposo” y trabajar para salir adelante. Tras bailar en algunos espacios en Acapulco, llegó al programa de Raúl Velasco como bailarina en Siempre en domingo, pero el dinero le llegó hasta que aceptó hacer desnudos en el Teatro Iris, donde fue bautizada como Lyn May. También trabajó en espacios como el Savoy y posteriormente actuaría en películas como Tivoly, la banda de la sotana negra y Las perfumadas, entre otras.
También lee: La belleza de Wanda Seux a través del tiempo
El camino para muchas chicas se confundió y lo han relacionado con la prostitución, pero no tenía nada que ver, sólo eran las estrellas nocturnas de aquel México que dejó de existir después del terremoto de 1985, de acuerdo con Martínez.
“Es parte de la cultura popular, de la historia de la Ciudad de México, memoria de un paisaje que desapareció, se perdieron vidas y lugares emblemáticos, como el hotel Regis, que tenía centros nocturnos”, abundó.
Ser una vedette era también sinónimo de proteger y ayudar, como Lyn, quien era la mayor de seis hermanos y trató de dar una mejor vida a sus familiares.
“Nosotros venimos de la nada, pero trabajando, luchando logré darle lo mejor a mis hijas, a mi madre, a mis hermanos también, ayudarlos”, explicó la vedette.
Desafortunadamente, el precio por dedicarse a esta carrera fue alto, pues mandó a sus hijas a estudiar a EU y, aunque no faltó a graduaciones y fechas importantes, no pudo acompañarlas en su crecimiento; actualmente tienen una mejor relación.
“Los hijos se vuelven fríos cuando crecen lejos, así se hicieron mis hijas conmigo. Tienen carreras en turismo, administración, pero no les gustó la carrera de actriz”, compartió.
La entereza de muchas de ellas deja un ejemplo a seguir para muchas mujeres.
También lee: Las cenizas de Wanda Seux descansan, por ahora, en la Casa del Actor
“Nos deja un ejemplo de profesionalismo, amor por el trabajo y un culto indescriptible al cuerpo, a la belleza femenina, eran grandes espectáculos los que rodeaban a la mayoría de estas vedettes”, dijo el investigador.
En la actualidad, la actriz mexicana quiere retomar un libro sobre su vida que se quedó pendiente porque quien estaba ayudándola a escribirlo, Enrique Feliciano, murió, pero no descarta volver a ese trabajo pronto. También, durante esta pandemia, ha pensado mucho sobre la muerte, a sus 68 años de edad.