Pocas personas pueden presumir de mantenerse vigentes en su profesión a los 90 años, como lo hace Eric del Castillo.
Más aún, considerando que los pronósticos desde su nacimiento eran tan opuestos. Mientras su madre Aurora, una maestra rural, lo traía al mundo en el cuarto 11 del hotel Juárez de su natal Celaya, Guanajuato, su padre, bombero y boxeador, combatía incendios.
Pero este héroe no lo fue para él; el pequeño Eric fue rechazado por su padre la única vez que lo vio. Sólo con su madre, vivió con rebeldía y hostilidad, recluido en internados del gobierno. Quizá en busca de paz, consideró el sacerdocio, pero finalmente la encontró en el arte dramático.
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En 1955 se trasladó a la Ciudad de México para estudiar en el Instituto Andrés Soler, donde inició como actor en montajes independientes y, cuatro años después, hizo su debut cinematográfico con El látigo negro.
El resto es historia: ha interpretado a cientos de personajes, desde autoritarios y acaudalados hacendados hasta empresarios, hombres de campo, sacerdotes y esposos fieles, entre otros.
No deja de trabajar; hoy en día lo vemos en la telenovela Mi amor sin tiempo de Televisa, melodrama que realizó inmediatamente después de Vivir de amor, sin descuidar sus compromisos con el patronato de la Casa del Actor.
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“He hecho más de 300 películas y 700 personajes”, dice con orgullo José Eduardo Eric del Castillo-Negrete Galván, nombre completo del primer actor, que recibe a EL UNIVERSAL en su hogar.
¿Cómo era de adolescente?
Fui tremendo, fui niño problema, de muchos hospicios e internados de gobierno. Sufrí eso que se decía antes: ‘las letras entran con sangre’. Me escapé varias veces de mi casa, pero todo eso me sirvió mucho para mi carrera artística porque me di cuenta de la vida, lo que es el sufrimiento, lo que es tener sed, lo que es recibir una bofetada, una patada, a enojarte. Antes era muy peleonero, muy rebelde. Ahora soy de lo más pacífico.
¿Cómo le afectó la pérdida de su padre y la pobreza?
Siendo de buenas familias, de gente que había perdido sus haciendas por la Revolución, nací pobre en ese hotel porque no teníamos casa, pero logré superarme. Mi papá (separado de su madre) murió heroicamente con 12 bomberos más; se les vino el incendio encima, pero luego de su muerte nos dieron becas para estudiar en los mejores colegios.
Quiso ser sacerdote...
Fui seminarista un año, pero no sólo eso, de ahí me metí a agricultor en mi tierra Celaya y sembré frijoles. Cayó una tormenta, se acabó mi dinero e inversión, derrotado me vine a México y mi mamacita me decía: “Estudia arte dramático, te va a gustar”. Y yo dije: “Está loca”. Yo andaba buscando chamba en el periódico, nada me gustaba, y me acordé de mi madre y fui a la academia de Andrés Soler. Ahí empezó todo.
¿Cómo se describe hoy?
Feliz porque sigo vigente después de 69 años de trabajo. A pesar de que luego me andan matando a cada rato, ya van cinco veces que me llaman familiares llorando. Yo no sé por qué lo hacen; también dicen que estoy loco o que tengo cosas seniles. ¡Válgame!
¿Cómo toma esas noticias?
Ya me río. Sí me da sentimiento que digan que estoy muerto, claro, soy un ser humano. ¿Cómo no voy a sentir? Pero nada más digo: “Condenados estos, otra vez la burra al trigo”. Mi vida personal no me la afectan. Yo sigo teniendo afortunadamente el cariño y respeto del público. No me puedo quejar de la vida.
¿Cómo hace para verse así?
Hay que cuidar la facha, antes que nada por razones de trabajo. Esto es de locos, se necesita estarlo para ser actor. No es como una profesión normal que entras a una hora y sales a otra; aquí es un relajo. No puedes hacer una cita con un doctor, no puedes planear nada.
¿Y qué lo motiva?
Todo lo que me caiga de trabajo, mientras me guste, lo hago con mucho gusto. Yo me aburro si no hago nada. Sí salgo a caminar, veo la televisión, platico, tengo muchas amistades, las visito, voy a Cuernavaca a ver a mi hijo que vive allá o él viene acá a comer conmigo. Siempre estoy activo.
Ni pensar en el retiro...
No, a menos que la salud me lo impidiera, pero bendito sea Dios que no sea así. No tiene por qué ser, porque me cuido mucho, hago mis análisis periódicamente. Llevo una vida saludable. Nunca me dio por los vicios. Me tomo mis tequilitas, eso sí.
¿Qué opinas del apoyo de los políticos al gremio?
Muy mal, muy mal, deberíamos tener apoyo y ‘naranjas’, nada. Me da mucha rabia. En pandemia iba a hacer una película en Colombia. Viejos malditos, allá pusieron su cantidad y aquí en México no había dinero porque el gobierno ya no le dio al cine; se lo andaban gastando en pendejadas.
¿Extraña algo de los 70?
Las tortillas. Son unas pinches tortillas hoy en día que se te deshacen y nuestra cultura es de maíz. Los diferentes gobiernos han descuidado tanto el campo que el nixtamal no es más que puras porquerías. Se te deshacen los tacos, me da mucho coraje.
¿Consejo para la longevidad?
Viene de allá arriba. He sido muy profesional con mi trabajo y como marido. Mi esposa (Kate Trillo) y yo tenemos 55 años de matrimonio, y económicamente me defiendo gracias a ella, que ha sabido hacer sus ahorritos. Estoy tranquilo y soy creyente, mi religión me da paz y tranquilidad.