Hay casualidades dignas de película. Hace casi 124 años, el 14 de agosto de 1886, se realizó la primera proyección de cine pública en México. Fue en un sótano de la calle Plateros. Hoy esa arteria lleva el nombre de Madero y está cercada por culpa de la pandemia del Covid-19.
Si hubiera un guion sobre la experiencia fílmica en México, éste incluiría aquella histórica fecha —abanderada por los hermanos Lumière—, pero también otro agosto, el de 2020, cuando decenas de personas decidieron sortear incomodidades y miedos para sentarse nuevamente frente a una gran pantalla, luego de cinco meses de prohibición.
A falta de grandes estrenos, el catálogo no fue tan atractivo, pero eso no importó. Ni eso, ni los asientos vacíos, ni el olor a desinfectante. Aun así, las caras que ocultaban su sonrisa detrás de un cubrebocas delataban su felicidad en miradas absortas frente a la gran pantalla.
Fermín y Leonor fueron dos de los primeros asistentes en acudir a los cines de Antara Polanco. La joven pareja lleva una relación de más de cinco años y el cine era su pasatiempo favorito. La vida cambió sin esa actividad, así que esperaban volver a sentir un poco de aquella otra realidad. “Fue una decisión sensata (cerrar los cines), pero para nosotros que nos gusta y que además tiene tanto que ver con nuestra historia como pareja, fue difícil. Por eso cuando el fin de semana supimos que estarían abiertos, pues no dudamos en venir”, confesó él.
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Raymundo y su acompañante también fueron de esos pocos que se animaron. Querían ver Mulán en Cinépolis de Patio Universidad, pero como no estaba esa cinta, compraron entradas de Escuela para seductores.
“Ya se nos había hecho mucha rutina la casa y no, realmente no temo al contagio si cumplen con las medidas de higiene necesarias”, contó el hombre.
A su alrededor, no había más que letreros y asientos bloqueados con cinta, tratando de garantizar la sana distancia.
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En el Cinemex San Antonio también pasaron muchos minutos sin que llegara alguien. Hasta que una pareja rompió la maldición. “Nos da temor venir pero cuidando las medidas de sanidad nos cuidamos y cuidamos a los demás”, comentó Ilse.
Prácticamente la sala del cine fue sólo para ella y su acompañante, algo que les agradó. También el olor a palomitas.
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Ese fue el aviso de una apertura en todos los complejos pero no en Cine Tonalá, cuya sala fue acondicionada para recibir sólo a 30 personas, y a la que no llegó nadie a las primeras funciones. Contrario a las cadenas grandes de exhibición, el Tonalá optó por no permitir consumir alimentos, dejando esto a su restaurante.
La pandemia se olvidó apenas iniciaban las películas, pero algunos la ignoraron antes. “Les puedo pedir que guarden distancia, ¿por favor?”, fue el regaño de un empleado a una pareja que hacía arrumacos en la misma silla en Forum Buenavista. Ambos se separaron asustados y se alistaron para ver otra historia de amor, la del cine, esa sí, sin distancias.