A León Larregui le ha tocado varias veces prepararse para el fin del mundo: cuando inició su carrera con Zoé, en 1997, y todos experimentaban con nuevos sonidos e imágenes de la todavía incipiente era de la información; él nos preparaba con su banda para adentrarnos a una misteriosa y onírica atmósfera emocional.
En aquella época, cuando todavía no había redes sociales y los medios hegemónicos dominaban la información, las preocupaciones del cantautor giraban en torno a relaciones intensas que podía experimentar alguien en sus 20 cuando una relación suele destruir todo a su paso, como lo describe su primer éxito con Zoé, “Asteroide” (2001).
Pero hay otro Larregui, el que nunca ha dejado de crecer en la Tierra, el que observa con suspicacia el mundo y lo cuestiona, el políticamente incorrecto, pero naturalmente creativo.
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Su yo presente es el que lo inquietó, en 2012, para lanzar su primer álbum en solitario, titulado Solstis: “Llevaba mucho tiempo queriendo hacer unas canciones que tenía ahí en demos, como bocetos, que no tenían nada que ver con Zoé”, comparte León.
En Voluma (2016), inspirado en el nacimiento de su hijo, decidió hablar de la vida y de la muerte, del sentido de la existencia.
Pero es en su nuevo álbum, Prismarama (2023), donde el cantante escribió en medio de otra suerte de cataclismo: la pandemia por el Covid-19.
Hoy, reflexiona con EL UNIVERSAL sobre este material, que busca ponerlo en otros zapatos, en especial los de las mujeres, y cuestiona la era de la manipulación y la desinformación.
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Han pasado siete años desde tu último disco solista...
No era el plan, pero a todos nos agarró la pandemia y ahí como que todo se retrasó un poco, pero sí es un montón de tiempo.
Y Prismarama llega en el mundo post confinamiento
Es una época extraña. Experimentamos desde la pandemia muchas cosas: una nueva era en el sentido de la información, en cómo es su círculo y cómo también se censura.
Tu tema “Fake news” habla de ello...
Sí. En la era que vivimos es interesante prender las noticias y cambiar de canales y que todos estén diciendo exactamente lo mismo, como si fuera un guión, es lo que me genera desconfianza, y luego ves Twitter y en realidad está pasando otra cosa.
¿Algún ejemplo que te venga a la mente?
Por ejemplo ahora, en Francia, con todas estas movilizaciones de gente y protestas (contra la reforma de las pensiones) en las noticias no hablaban mucho de eso, pero la gente, y más allá de Twitter, amigos que están en París me decían: “Es que esto se está poniendo de locos”, y más allá de eso es que de repente hay confusión, porque está medio controlada la noticia, en una narrativa orquestada, desde la pandemia, eso me da tristeza.
Tu tema dice: “Qué triste, oh, sister, que uno se pierde en tanta fake news”...
Sí, ya no sabes qué es verdad. De repente uno te dice que este presidente es un criminal y otro te dice que no, que el otro es un criminal, que lo van a meter a la cárcel, es una locura y te preguntas ‘¿qué está pasando aquí?’
Siempre has hablado en tus letras de tu contexto y lo que te sucede...
Este disco sigue la inquietud de cuestionar qué es lo que está pasando realmente desde la pandemia y la guerra que se está viviendo (Ucrania-Rusia), que parece que no hay guerra, pero estamos en una guerra tanto informática, como de armas; en Europa hay una guerra que va a cambiar al mundo y uno no sabe realmente quiénes son los buenos, ni por qué están peleando, o sea sí entiendo e incluso tengo mis creencias pero no las voy a revelar porque me van a trollear (risas).
Y en cuestión personal...
Las motivaciones siguen siendo las mismas, de alguna forma el amor, y en este disco también por primera vez hice canciones en las que me pongo en los zapatos de otras personas, no tanto como en Mecano, que canto como si fuera una mujer —la vocalista de Mecano solía cantar temas como si fuera hombre—, pero sí hay canciones en las que me pongo en los pies de mi mujer, como si ella estuviera cantando la canción y eso es muy enriquecedor, ponerte en los pies de las personas cercanas y ver cómo ven el mundo.
¿Producir te da libertad?
Es siempre un reto, interesante, muy demandante y de mucho aprendizaje, nunca había producido un disco, había tenido con Zoé y de solista el apoyo siempre de productores muy pro y de los cuales obviamente aprendí todo lo que sé como productor, entonces fue un reto muy chulo y que al final tiene que invitar a gente a producir conmigo porque ya me estaba perdiendo entre ser el productor y el artista central.
¿Qué te impulsó a ser solista?
(En el primer álbum de 2012) Estaba en un momento emocional: había terminado con una pareja, un rompimiento muy doloroso; fue así que abrí esa brecha en la cual tengo oportunidad de hacer experimentos que con Zoé igual no, porque son cinco cabezas y entre todos tenemos muy claro el sonido que es Zoé, y de repente como compositor quiero hacer otras cosas, creo que es normal.
Llevo tres discos, tampoco es que lleve tanto pero creo que he seguido en esta nota de encontrar en esos espacios en los que me abro a cosas que con Zoé no haría y ese es el caso de Prismarama, este disco tengo una canción techno y luego una canción slow cumbia; es el espacio donde me doy chance de hacer mis locuras, que no afectan a nadie más que a mí.
¿Cómo visualizas lo que viene en la música?
De alguna forma estamos sufriendo las primeras consecuencias de lo que es la inteligencia artificial, porque las plataformas nos marcan un camino en todos los sentidos, no sólo en la música, de las cosas que uno lee o las cosas que uno busca.
El algoritmo empieza a encasillarlo a uno sólo en ciertas cosas que uno lee, las cosas que uno busca; el algoritmo nos encierra, entonces siento que por lo mismo de repente la música se está empezando a limitar a un solo género, como que la música pop que está en el mundo es un solo género y es el reggaetón, es la música que se escucha en todo el mundo, pero creo que también es culpa de los algoritmos.
¿Por qué ese género?
La gente escoge una canción, y hay unas canciones de reggaetón increíbles, entonces las productoras y los artistas dicen: “vamos a darle más de esto a la gente” y el algoritmo, que es una inteligencia artificial, dice: “bueno te vamos a dar más y más de esto...” Hasta que es lo único que hay, y eso debería ser preocupante en todos los sentidos. También, por ejemplo, en las plataformas de películas y series. Entonces siento que los nuevos artistas tienen que pelear, tenemos que ser más inteligentes que la propia inteligencia artificial. Seguir haciendo música, arte, nada a modo.