Un estudio de 2022 realizado por el IFPI, representante de casi 8 mil compañías de grabación musical en el orbe, reveló que la venta de discos en vinil seguía presente y que siete de cada 10 adquiridos, eran de segunda mano.
El estudio fue realizado en una veintena de países, entre ellos México, EU, Reino Unido, Argentina, Francia, Corea del Sur y Sudáfrica, en el que se informaba que tres de cada 10 consumidores del llamado formato LP (Long Play/Larga Duración), lo hacían porque les gustaba el ritual de hacerlo sonar en la tornamesa, mientras que cuatro, de la misma proporción, por tener contacto con el material físico.
Ese mismo año, la Recording Industry Association of America comunicó que se habían vendido 41 millones de vinilos nuevos en EU, contra los 33 millones de CD. Y algunos ejecutivos de la industria, como Jason McGuire, gerente general del sello discográfico Stones Throw, dijo a Los Ángeles Times que el resurgimiento había sido una de las cosas generadas por la pandemia.
“Muchas personas estaban trabajando desde su hogar e invirtieron en sus espacios de vida y configuraciones de escucha en el hogar, incluidos los tocadiscos”, consideró McGuire.
En esto último está de acuerdo Sam, un mexicano que encontró en la venta de LP de uso una oportunidad durante el confinamiento. Él cuenta con un catálogo en venta de 100 mil discos de vinilo, mayoritariamente de época, cuyos precios en fechas especiales pueden costar apenas 10 pesos.
Entre sus pilas de los LP’s, además de grabaciones musicales, pueden encontrarse joyas históricas en formato de 33 revoluciones por minuto, en donde Fidel Castro se entrevista con el presidente mexicano Luis Echeverría, o se oye al narcotraficante Rafael Caro Quintero hablando sobre drogas.
A diferencia de las pocas tiendas físicas que existen en la Ciudad de México, Sam (psicólogo y sociólogo de profesión) tiene en la Plaza de la Conchita, en Coyoacán, su templo musical a la intemperie y sólo los fines de semana. Y casi cada mes participa en ferias del libro, donde hay quien puede llevarse, en una sola ida, más de 100 álbumes a 10 pesos cada uno.
“Durante la pandemia me harté un poco de estar solo en mi departamento y subí tres cajas de discos a mi cajuela a ver qué podía hacer. Llegué a la Conchita y colgué tres discos que llamaran la atención: uno de los Beatles, otro de Led Zeppelin y uno de los Doors. Y fueron buenos anzuelos”, recuerda.
Por la ubicación del puesto, los compradores comenzaron a llamarlo la Concha Récords.
Su ingreso al mundo del vinil fue de manera fortuita. Vendedor inicial de CD originales, los cuales llegó a ofertar en el metro, tianguis y a un costado de la Torre Latinoamericana, entró a la feria del libro de Bellas Artes siendo el único stand de música.
Un día, mientras atendía su puesto en una feria del libro sobre avenida Reforma, una señora que rengueaba de una pierna se acercó a decirle que tenía tres cajas de discos usados y se los ofrecía en tres mil pesos, los cuales le ayudarían a completar el costo de una operación de cadera.
“Me agarró en mis cinco minutos de buena gente y dije, ‘ok, vamos a ayudarla’, porque finamente tener CD’s usados no era mi intención, pero cuando vi que eran vinilos, mi cara lo dijo todo. La culpa la tenía yo por no preguntar”.
Enojado consigo mismo y aprovechando un tiempo muerto en la feria, comenzó a revisar una caja y encontró un álbum triple de Björk, edición japonesa, del que, al abrirlo, se elevaba un castillo 3D.
“En ese momento llegaron dos chavos de mi edad y me preguntaron cuánto valía. Se me ocurrió decir que 2 mil pesos, para que sonara exorbitante y me dejaran seguir viendo. Fue cuando uno de ellos me dijo que si me salía en mil 500 y mi cabeza comenzó a escuchar el ‘tran tran’ (de caja registradora). Y dije: esto es negocio”.
El contenido de las tres cajas se vendió en poco tiempo, pero entonces ya se había corrido el rumor de que alguien compraba y vendía LP’s. Sam comenzó a acumular y fue cuando llegó la pandemia del Covid-19 que, de alguna manera, benefició el negocio.
Primero, mucha gente comenzó a desempolvar su viejo tocadiscos, ya que tenía el tiempo para escucharlos. Y después, aunque dramático, muchas personas fallecieron y sus familias comenzaron a deshacerse de sus colecciones.
“De pronto llegaba y la gente apenas había muerto. También hay casos en que la gente mayor se da cuenta que ni a sus nietos les interesa su música y prefieren venderla. Hace poco un hombre me vendió más de mil discos y con eso se fue a Europa con su mujer”.
“Hay que tomar en cuenta que el vinilo de época es un bien no renovable. Hay lo que hay y no habrá más”, resalta Sam.
En las ferias se vende mucho y el comprador es distinto. Por ejemplo, en Bellas Artes se vende todo lo tropical y la clásica; en Coyoacán quieren algo de Soda Stereo o Natalia Lafourcade. En México el mercado está creciendo”.