Su nombre es Luis Álvarez, pero desde hace más de 30 años lo han conocido como El Haragán, apodo al que, confiesa, sigue sin acostumbrarse.
La carga peyorativa y urbana que conlleva su nombre, relata en un entrevista con EL UNIVERSAL, ha dificultado la aceptación del músico, especialmente en escenarios internacionales.
Sin embargo, es a él a quien el próximo 2 de agosto cientos de seguidores irán a escuchar en el Pepsi Center de la Ciudad de México como parte del grupo El Haragán y Compañía, en un show que será la antesala para los festejos de su 35 aniversario, que comenzarán oficialmente el 11 de diciembre y se extenderán durante todo 2025.
Lee también: Santos, pecadores y renegados del rock mexicano
Ese nombre es un error que atribuye al locutor Ricardo Barrón, quien durante el Encuentro de Compositores del Estado de México, en 1987, lo presentó diciendo: “Les presento a El Haragán… con la canción ‘Luis Álvarez’”, fue el inicio de una historia que le dio al rock nacional temas hoy icónicos como “No estoy muerto” y “Él no lo mató”.
¿Te has imaginado con otro nombre artístico?
—De hecho, aún no me acostumbro ni estoy de acuerdo con el nombre de El Haragán, por el significado de la palabra “holgazán”. Me hubiera gustado tener otro nombre, pero el destino me llevó por este camino.
Me propuse cambiarlo varias veces, grabé el disco Rock que se comparte (1991) y el diseñador le puso el logotipo clásico de un sarape con sombrero. Lo que la gente no sabe es que representa que está planeando su futuro, está trabajando. No está de holgazán, ni flojo, está planeando cómo salir adelante.
Cuando salió el disco me lo presentaron como El Haragán y dije que no, así que me presenté como Los de Abajo, pero todos me decían otra cosa. Al final, vi que la tipografía y el logotipo encajaban perfectamente bien.
¿Qué papel jugó el hecho de haber crecido en Tlalnepantla para convertirte en músico?
—Desde temprana edad me sumergí en el ambiente callejero de Tlalnepantla.
Recuerdo vagar sin camisa por las noches, entre campos y un río limpio como el de los Remedios, antes de que se contaminara. Mi primera canción la escribí a los 10 años, dedicada a mi padre. Al principio me daba vergüenza mostrar mis composiciones, pero mis amigos me alentaron y se convirtieron en mis primeros fans.
Aunque la ciudad ha cambiado mucho desde entonces, sigue siendo el lugar donde cumplí mi sueño de subirme a un escenario y conectar con mi público.
¿Te ayudó la música para mantener una vida enfocada?
—Gracias a la música pude mantenerme alejado de vicios como el alcohol y las drogas desde los 10 hasta los 20 o 21 años.
Mientras mis amigos empezaban a experimentar a los 13 o 14, yo me dedicaba a componer. Eso me ayudó a sobrellevar una infancia y adolescencia llenas de altibajos emocionales y logros significativos.
Ahora, al observar mi entorno actual en el mismo lugar donde crecí, veo cómo la ciudad ha cambiado; ha crecido tanto que nos sentimos hacinados. Los campos y árboles verdes han desaparecido, el río cristalino ya no fluye.
Es triste presenciar estos cambios, pero entiendo que son parte del desarrollo urbano y del curso natural de la humanidad.
¿Recuerdas cómo fueron tus primeras tocadas?
—Tuve la fortuna de realizar mi sueño en esa área de la ciudad, empezando a tocar en lugares emblemáticos como el norte, Acueducto de Guadalupe, La Progreso, Tenayuca, Santa Cecilia, Chalma y Coatepec. Gané seguidores y luego soñé con conocer a Alejandro Lora (Alex, El Tri), un sueño que se hizo realidad hace 35 años. Desde entonces, hemos compartido escenarios y giras; es más que un compañero, es como un hermano.
Iniciaste cantando en el transporte público...
—Claro, me aventuré en el escenario más grande y concurrido que hay: los camiones.
Es una experiencia increíble. Puedes llegar a cantarle a 10 mil personas en un solo día. Yo tenía unos 14 o 15 años y decidí probarlo para ver qué se sentía. Empezamos tomando el primer camión desde Acueducto de Tenayuca, Tlalnepantla, de Central del Norte hacia Tasqueña, explorando varias rutas y conociendo mucha gente en el camino. Allí aprendí cómo desarrollar una canción a través de la observación.
¿Cómo ves la música actual?
—Aunque la música ha evolucionado, las rolas de esa época (los 80 y 90) siguen siendo referencia global, mientras que hoy vemos una crisis global en la composición musical y una dirección diferente en la producción musical.
¿Consideras tus canciones un registro histórico de cómo vivía la sociedad?
—Sí, reflejaban la realidad y el contexto en el que vivíamos la mayoría de las personas en México.
No se trataba de una visión desde la opulencia, sino más bien una representación auténtica de las experiencias comunes.