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El ascenso al trono del rey Carlos III fue marcado por una serie de incidentes que dejaron entrever un comienzo poco auspicioso. Desde su desagradable y autoritario gesto hacia un ujier durante la ceremonia de proclamación, hasta un desafortunado incidente con tinta que manchó sus dedos reales, su nuevo reinado no parecía empezar con buen pie. A medida que se cumple un año desde la muerte de Isabel II el 8 de septiembre, es evidente que Carlos III ha optado por un enfoque continuista en lugar de realizar cambios radicales en la monarquía británica.
Durante estos 365 días, la prudencia se ha convertido en su estandarte, y la sutileza en la punta de lanza de los cambios que sin duda están por venir. Consciente de que no era la figura más popular dentro de la familia Windsor, este monarca, que ascendió al trono a la edad de 73 años, ha decidido no sacudir los cimientos de la monarquía británica, al menos por ahora, aunque eso no lo salvo de ganarse un cruel apodo.
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Carlos III se ha ganado el apodo de "el rey tacaño" debido a su enfoque en la austeridad financiera. Desde el inicio de su reinado, ha estado recortando gastos en la familia real, comenzando por expulsar a Angela Kelly, la estilista y confidente de su madre. Kelly había obtenido la autorización de la reina para publicar tres libros autobiográficos que revelaban detalles de la vida cotidiana de la monarca y su entorno cercano.
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Además de reducir el personal de palacio y disminuir los gastos generales, el rey Carlos III ha propuesto medidas como abrir al público el castillo de Balmoral y vender algunos de los caballos de la Reina Isabel. También ha ajustado el termostato del Palacio de Buckingham, lo que significa que el próximo invierno será más fresco para los moradores y trabajadores del palacio.
A pesar de su deseo de pasar a la historia como un monarca austero, el rey Carlos III no ha logrado ganarse la popularidad que disfrutaba su madre, y gran parte de la población británica lo ve como "el eterno becario". La familia real se ha centrado en la imagen de los duques de Cambridge, Guillermo y Kate, así como en la popularidad de sus hijos, para mantener la atención del público.