La noche del 9 de agosto de 2003, los pronósticos para no eran buenos, en la

El Sistema Metereológico había previsto lluvia y, con ello, su presentación en el Zócalo como parte de una serie de actividades culturales organizadas por el gobierno local, pendía de un hilo.

Desde las 15:00 horas de ese día, algunos fans del interprete de "Bat of out hell" ya merodeaba cerca del escenario que tenía como fondo la Catedral Metropolitana. También algunos vendedores de impermeables azules y negros.

A una hora de comenzar el recital, aumentó el mal presagio. Una leve lluvia cayó ocasionando que varios se guarecieran bajo los portales de los edificios aledaños y las primeras ventas de plásticos comenzaran a hacer feliz a sus comerciantes.

La policía siguió, empero, con el circuito de la plaza mayor cerrado a los automóviles. Meat Loaf, quien con esta presentación concluía una serie de eventos e interiores continuaba en su hotel aguardando la decisión final, pero ya listo si así se decidía.

Incluso llegó faltando media hora para las ocho de la noche, hora señalada para tomar el micrófono, por si las gotas, que ya presentaban una considerable dismininución, se detenían.

"Yo si quiero tocar", confió a uno de los organizadores, "sólo chequen la seguridad de todos".

La gran pantalla sobre el escenario seguía encendida mostrando el logo de la Ciudad de México y una voz femenina recomendaba viajes turísticos por el Centro Hstórico.

Cerca de 10 mil personas, de acuerdo con cifras oficiales, aguardaba al llamado gordo rockero. Algunos portando playera bordada con el nombre del cantante, recién adquirida a 30 pesos o comiendo un hotdog en uno de esos carritos que nunca faltan en los eventos masivos.

El reloj dio las ocho y nada. La incertidumbre creció. Algunos se revolvían nerviosos, pero confiando en que mientras no se anunciara oficialmente la cancelación, seguirían ahí.

Pasaron 10 minutos y nada, pero acabó la lluvia, dejando un leve viento. Cinco minutos más y sin respuesta. A las 20:20 hora, las luces se apagaron, comenzó una batería y él, portando un jersey beisbolero de los Yankees de Nueva York, salió.

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Un vendedor de tazas respiró porque si tendría venta; una familia que había ido de compras preguntaba a un agente de tránsito quién estaba cantando y los organizadores, atrás del escenario, sonreían.

Durante 15 canciones Meat Loaf (Marvin Lee Aday, su nombre real) mostró quien era ese estadounidense de entonces poco más de 50 años. No brincaba sobre el escenario y tampoco corría desaforado, sólo se dirigía una y otra vez al público que lo había esperado algo húmedos.

Y les correspondió. Desde un inició se los echó a la bolsa con su grito "¡Mexico City, cómo están!". Y cantó.

Esa noche Meat Loaf derrotó a la lluvia.

rad

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