Con 26 mil pesos en el bolsillo y en un foro cercano al Estadio Azteca, Jorge Fons dio en mayo de 1989 el claquetazo inicial de Rojo amanecer. El departamento en el que una familia pasaba la masacre estudiantil de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, había sido construido gracias a recuerdos de todos.

Julio, hijo del realizador, llevó muebles propios y los Bichir (Demian y Bruno) sus fotos de niños como decoración; María Rojo y demás, prácticamente no cobraron por su trabajo.

“Todos estaban muy comprometidos, fue una película que hicimos sin dinero. El foro lo prestaron, mi hijo llevó los libros y una foto del Che que ahí se ven; los Bichir eran amigos, la hicimos de una manera muy casera”, recuerda Fons.

“Entrábamos temprano y salíamos a las 10 u 11 de la noche, todos queríamos hacer un buen trabajo”, narra el realizador.

Rojo amanecer fue apoyada inicialmente por Héctor Bonilla y rescatada por Valentín Trujillo, quien fue convencido para inyectar dinero cuando este se acabó.

La cinta, recuerda, fue vista en la residencia oficial de Los Pinos por Carlos Salinas de Gortari, entonces Presidente de la República.

Al término de la función, el mandatario solicitó fueran retiradas las escenas donde se hacía mención del ejército y la escena final donde un militar pasaba frente a un edificio. Trujillo aceptó.

“El guión no se había dado a Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) porque seguro lo censurarían, sabíamos que estábamos arriesgando todo por algo bueno”, comenta Fons.

Pasaron 20 años para que la ficción retomara la matanza estudiantil en la Plaza de las Tres Cultura, en Tlatelolco.

Borrar de la memoria, dirigida por Alfredo Gurrola y Tlatelolco, verano del amor, de Carlos Bolado, se realizaron con meses de diferencia.

La primera tomaba como pretexto el hallazgo de un cadáver femenino y un investigador; gracias a unas filmaciones, se daba cuenta que la víctima había tenido relación con el movimiento del 68.

La segunda fue protagonizada por Cassandra Ciangherotti y Christian Vázquez, abordando los tres meses previos a los hechos del 2 de octubre.

Por año y medio, incluyendo investigación en la hemeroteca de EL UNIVERSAL, Bolado recopiló testimonios de quienes estuvieron en la plaza.

“En una cena me encontré a un hombre que fue a la escuela con los hijos de Díaz Ordaz o a un taxista le preguntaba dónde había estado ese día”, recuerda para ir confeccionando la historia.

Las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México le sirvieron para varias escenas de encuentros estudiantiles.

Ahí mismo, durante 1968, Marcela Fernández Violante (Cananea y De todos modos Juan te llamas) arribaba en un auto a cuya parte trasera le habían quitado las calaveras.

A través de ellas y escondidas, se metían las cámaras que lograron tomas del ejército en CU pueden ser vistas en el documental El grito, de Leobardo López Aretche, zurcido a través de horas de películas creadas durante ese año.

Operación Galeana y Las claves de la masacre son otros documentales de Carlos Mendoza que recurren a material inédito para mostrar el papel del ejército y elementos con guante blanco durante los hechos.

Con tomas aéreas se ve cómo soldados dejan de apuntar a los enguantados al identificarse y testimonios de quienes vieron los muertos en el suelo.

Del batallón Olimpia toma nombre la nueva película ficcionada de José Manuel Cravioto (Mexican gangster).

Utilizando material original en blanco y negro, se cuenta la vida de cinco jóvenes involucrados en distintas áreas del movimiento, como un estudiante de arquitectura, otro de filosfía, uno de derecho y otro del CUEC.

“Ahí me contaron varias anécdotas de cuando hicieron El grito, las aproveché ”, recuerda Cravioto.

La cinta competirá en el próximo Festival Internacional de Cine de Morelia.

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