Esta es la historia de una película que tardó 20 años en hacerse y que, cuando se estrenó, algunos de sus creadores fueron amenazados de muerte.
Todo comienza en los años 80. Inicialmente el productor Alfredo Ripstein eligió a Alberto Isaac (El rincón de las vírgenes) para adaptar la famosa novela, pero éste, sin avisarle a su contratante, vendió el texto y entonces el proyecto se colocó en un cajón.
Ya en el nuevo siglo, Alfredo Ripstein le llamó al cineasta Felipe Cazals (Canoa y Las poquianchis) para hacerse cargo del filme y hasta le dio un adelanto económico, pero pasaron los meses y no había avances, así que se decidió retirarle la invitación a Cazals.
“La haré con alguien más”, le dijo el experimentado productor, quien estaba convencido de que tenía una buena historia bajo el brazo.
Fue cuando apareció Carlos Carrera, el cineasta que había hecho La mujer de Benjamín y ganado la Palma de Oro con El héroe en el festival de cine de Cannes y quien de inmediato quedó atrapado por la novela original del escritor portugués Eca de Queiroz, publicada a fines del siglo XIX, cuestionaba los vicios de la Iglesia.
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Junto con el autor tapatío Vicente Leñero, comenzaron a dar forma a "El crimen del padre Amaro", en la cual se ve a curas corruptos, envueltos en el narcotráfico y en relaciones sexuales con sus feligresas, que hoy cumple 20 años de haber llegado a cines.
“Me interesó trasladar eso que criticaba De Queiroz de la Iglesia decadente y ver cómo funcionaría en nuestros días”, recuerda Carrera.
“Hay cosas que se adaptaron: en la novela, por ejemplo, está la Tejedora de Ángeles, que sería Dionisia (Luis Huerta, en la película), pero en ella se encerraba a las mujeres embarazadas, esperaban a que naciera el bebé y se le entregaba a la tejedora y los mataba, lo cual era aterrador”, detalla el realizador.
Gael García Bernal, entonces en los cuernos de la luna por Amores perros y con 23 años de edad, fue reclutado aún con el temor de ser demasiado joven para el personaje.
“Pero daba el tipo de cierto cura del Bajío y pensé era una buena idea; a Ana Claudia (Talancón, de 21 años) la había visto en El cometa y se le llamó, cuando estuvieron juntos, eran ellos”, recuerda Carrera.
Ciudad de México, los municipios de Xico y Coatepec, en Veracruz, y Texcoco, en el Estado de México, fueron los sitios elegidos como locaciones.
Del presupuesto, 15% provino del ya extinto Foprocine, que apoyaba cintas de corte autoral y el resto de privados.
“Hubo problemas para conseguir el dinero, pero a lo mejor porque hubo empresas que no midieron el tamaño de éxito que iba a ser la película”, considera Daniel Birman, nieto de Alfredo Ripstein y productor del filme.
“Sabíamos que el tema era controvertido, y que a mi personaje le pusieran el manto como la Virgen, por ejemplo”, recuerda Talancón.
“De hecho, no podíamos hablar nada al respecto; para nosotros la novela ya era cosa vieja que se sabía y mientras filmábamos nos íbamos enterando de cosas así”.
El crimen del padre Amaro llegó a las salas de cines el 16 de agosto de 2002, envuelto en la polémica.
Desde los teaser se asomó la controversia, pues sobre un fondo negro el nombre de Gael se convertía en la palabra hombre y el de Ana Cladia en la de tentación, mientras sonaba música de estilo litúrgico.
“Me acuso de ser sensual padre”, se escuchaba en otro con la voz de la protagonista.
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“Si el celibato se volviera opcional, se evitarían muchos problemas en la Iglesia”, se oye también la voz del personaje de Amaro.
Jorge Serrano Limón, líder del grupo conservador Provida, comenzó una anticampaña e instó a la gente a no ir a cines; en las misas, sacerdotes hacían lo mismo, y en cines hubo una cadena que colocó en sus taquillas la advertencia del contenido del filme. Esto se convirtió en la campaña perfecta para la película y la gente asistió al cine.
“Nunca nos imaginamos que habría esa reacción, llegaron amenazas de poner bombas en los cines y amenazas de muerte para mí; llegué a tener dos personas puestos por la distribuidora (Sony) que me cuidaban y claro que da miedo”, recuerda Carlos Carrera.
La película contabilizó más de 5 millones de espectadores, cifra récord para el cine mexicano en ese momento y alcanzó nominación al Oscar en la categoría de Película en lengua extranjera. Todavía canales de paga la siguen programando.
“Sigue funcionando por la historia humana que tiene, por la de un sacerdote que sacrifica todo por otra cosa que creía, y también pesa mucho la presencia de Ana Claudia, que es como el lado opuesto a eso, la pureza”, considera Carrera.
Pedro Armendáriz Jr. estaba contemplado como el padre Amaro, en los años 80.
Por tiempos, Joaquín Cosío no pudo encarnar al revolucionario padre Natalio; Damiám Alcázar hizo el papel.
El español Paco Rabal, fallecido semanas antes de iniciar rodaje, estaba elegido para el corrupto padre Benito; terminó en manos de Sancho Gracia.
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