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“El arte es un catalizador social importante que ha sido olvidado y creo que la cultura nos daría un parámetro diferente sobre lo que nos pasa en la vida”, reflexiona el actor Alejandro Camacho.
No improvisa, con más de cuatro décadas de trayectoria artística, casi 80 papeles en cine y la televisión y otros muchos en teatro, es un referente de la actuación en México y habla hispana.
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Apasionado de la lectura y siempre con un peculiar sentido del humor, el histrión asegura a EL UNIVERSAL que no teme a la muerte, si bien está procesando la pérdida de Rebecca Jones, su esposa por 25 años, ocurrida hace dos semanas.
Actualmente está enfocado en la obra La virgen loca y el filme Amores incompletos.
¿Un duelo se puede superar?
—Uno debe seguir viviendo, ¿qué otra? No tenemos otra arma más que una actitud positiva ante las circunstancias difíciles de la vida. Me duele muchísimo el fallecimiento de Rebecca.
¿Tuviste oportunidad de verla en sus últimos días?
—No, no pude con todo lo que estuve haciendo de trabajo ¿a qué hora? Pero sí nos escribíamos. Hablábamos de nuestro hijo, que es chingón (es músico, hace música padre), de que es guapo, de que es libre, independiente, y platicábamos del teatro, de cine, de alguna novela de escritores.
¿A qué le tienes miedo?
—Le tengo miedo al dolor, a la enfermedad, pero a la vejez o a la muerte no, ya estoy viejo; a la muerte la he representado tantas veces, a mí se me hace que es una mujer hermosísima, preciosa, a la que le dices sí llévame mamita, llévame.
¿Así que tienes testamento?
—Sí, claro. La muerte es un pasito. Además, nosotros porque somos llorones, pero en Irlanda cuando te mueres te hacen una fiesta, estás ahí a toda madre.
¿Cómo eres cerrando la puerta de su casa?
—Normal, soy un asiduo lector, leo bastante, me gusta, no nada más teatro, literatura, periódicos, sino otras disciplinas como medicina, hay temas médicos que son apasionantes, como arquitectura, como ingeniería, como matemáticas, como filosofía.
¿Te das licencias para frivolidades? ¿Un gusto culposo?
—Sí claro, veo Don Gato y su pandilla. Lo demás, la comida, el sexo, debe de ser cotidiano.
¿Qué tan importante es el tiempo para ti?
—Yo pienso que hay que darle tiempo a las personas y a las cosas, si tú y yo nos quedamos de ver en algún lugar para una entrevista y nos quedamos de ver en algún lugar intermedio, te das el tiempo para llegar y darle a esa persona su tiempo y su espacio.
¿Qué opinas de la educación cultural que reciben los niños y jóvenes actualmente?
—Somos un país sin espíritu. Cuando estaba muy joven en la escuela nos llevaban a Bellas Artes, a ver obras de teatro, magníficas y todos los chamacos salíamos prendidos, después de ver a actores importantes, a Ignacio López Tarso hacer a Moctezuma II de Sergio Magaña, uno de los dramaturgos más importantes.
Era sobrecogedor y es una lástima que ya no se hayan seguido con esos programas y creo que urge una culturización, no nada más en las escuelas, sino para todo el país y toda la ciudadanía. Un país sin arte y sin cultura es un país sin identidad.
¿Cómo ves el apoyo a la cultura en este sexenio?
—Yo nunca he sentido apoyo (del gobierno), de la iniciativa privada sí, pero del Estado, nada más con la universidad y Bellas Artes, que ya es suficiente, pero ahora está muy deteriorado todo este asunto, están peleando todos contra todos, me parece triste, en lugar de unir fuerzas e intereses que creo que beneficiarían sobre todo a la gente joven, porque uno ya tiene una carrera, pero los que vienen, ¿qué tendrán?
¿Qué haría falta por hacer para mejorar?
—Que se procure, el Estado no tiene que poner el dinero, tiene que poner las infraestructuras para que nosotros pongamos el dinero y podamos hacer teatro y llevarlo a toda la gente, pero igual ópera y danza, igual pintura y escultura.
¿Cómo te ves hoy después de 43 años de carrera?
—Como niño chiquito, en cada obra que uno hace, en cada película, en cada telenovela uno tiene que aprender a respirar, a caminar, a mirar, de manera diferente, de lo que vienes de hacer, entonces nunca terminas de aprender sobre todo del talento de tus semejantes.
¿Qué recomendarías a las nuevas generaciones?
—Uno, que dejen el celular; dos, que en vez de estar viendo el celular, estén con las personas frente a ellas, que lean, que se diviertan, la vida es para gozar, no es para sufrir, la vida es un placer, al agarrar un libro de Jaime Sabines y leer poemas hermosísimos ves a tu chava de otra manera. No puedes estar en una comida con un pinche teléfono, te estás perdiendo de convivir, que es muy importante.
¿Qué te falta por hacer?
—Todo, seguir trabajando, tener salud, seguridad, seguir disfrutando las cosas simples que son las más importantes.
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Y actualmente estás en la obra La virgen loca...
—Es una locura, una obra que habla sobre el amor, el sexo, la muerte, la vejez, el olvido, la vida, la luz, las cosas más positivas y negativas, la vida y la muerte, siempre con humor. Tenía dos años de no pararme en un escenario por la pandemia y es de agradecer a Dios tener salud para seguir aprendiendo.
¿Qué aprendiste en la película Amores incompletos?
—A actuar, es que ¿sabes qué es lo que pasa? Siempre con un nuevo proyecto tenemos que empezar otra vez de cero a pensar sentir. Antes de esta película hice la serie de Disney que se llama Horario estelar, donde yo me sentí de lo más pendejo, porque estaba sin práctica, mal.
¿Cómo te gustaría que te recordaran?
—Como un buen hombre.